A medio metro de Mark Rothko

Nov 4 • destacamos, Miradas, Visiones • 693 Views • No hay comentarios en A medio metro de Mark Rothko

 

Una aproximación a la obra del pintor contemporáneo, expuesta en en la Fundación Louis Vuitton, en París; consta de 115 piezas

 

POR ALICIA DE ARTEAGA
La cola avanza lentamente entre los cristales del edificio diseñado por Frank Gehry para la Fundación Louis Vuitton. Esa arquitectura deconstruida rompe los esquemas, alcanza la fisonomía de una inmensa escultura, al tiempo que desplaza la idea del museo como una caja cuadrada, cerrada sobre sí misma.

 

Las vistas sobre el Bois de Boulogne son increíbles, un bosque en el corazón de París y, muy cerca, la aventura de encontrar a Mark Rothko (1903-1970), el artista que inventó una manera de pintar y exigió una manera de mirar. Toca el alma, impone tiempo de contemplación y media luz. Instrucciones del artista: pararse a medio metro en el centro del cuadro y esperar hasta ver en el gran lienzo vertical el mundo abierto por Rothko a nuestro universo interior.

 

Curada por su hijo Cristopher —tenía siete años cuando su padre se suicidó—, profesor graduado en Yale y custodio de la obra de Rothko, la exposición dispone 115 obras provenientes de colecciones particulares, instituciones y una larga lista de museos en diez salas con largos bancos blancos, donde la mirada se demora y la inmersión es posible. Fue él quien interpretó el deseo, el recorrido y los espacios destinados a cada grupo pictórico. Es la mayor muestra en París después de la organizada por el Museo de Arte Moderno en 1999, también con la dirección de Suzanne Pagé, hoy en Vuitton. Desde entonces, el interés por su obra, la influencia de su pintura en el arte contemporáneo y su cotización alcanzaron alturas impensadas, para él, aliado de la música y de la poesía, en un mundo que avanza en penumbras. Pintaba sus enormes telas en un taller del Upper East, en Manhattan, colgado de la escalera, con camisa y corbata, escuchando a Mozart.

 

Marcus Rotkovicht nació en Dvinsk, hoy Letonia, el 25 de septiembre de 1903, cuarto hijo del matrimonio formado por Yacov Rothkovitch, farmacéutico, y su mujer Anna Goldin. Perseguido y encerrado en un pogrom por la Rusia zarista, amenazado como todos los judíos, vivió encerrado en su casa a media luz. A los diez años partió con su madre a Estados Unidos, al encuentro con su padre y con sus hermanos en Portland. En 1938, frente a la amenaza nazi se hizo ciudadano norteamericano y se llamó a sí mismo Mark Rothko.

 

Este Rothko menos conocido está buscando una salida, una ventana por donde abrir su diálogo con el mundo. A partir de 1946 da un giro hacia el expresionismo abstracto, ese primer cambio se traduce en los Multiformes, cuerpos cromáticos de distintas formas en suspensión, sobre grandes telas, en general, verticales. Poco a poco, el artista ajusta su mirada a planos binarios, definidos por los colores, con prioridad del rojo, naranja y amarillo. Después vendrán el verde, los azules y la esquiva oscuridad de los marrones, tocados por una línea que refuerza la idea de límites porosos. Es lo que tiene en su mente.

 

Finalmente, y con sala propia, la número 10, están sus pinturas grises y negras, por donde camina Giacometti, el más contemporáneo de los escultores. El suizo esculpe la naturaleza humana, el fondo… no la forma.

 

 

 

FOTO: Mark Rothko, Yorktown H., ca. 1949. Crédito: Museo de Brooklyn, donación de Wallace B.

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