El ciclo de la carne

Nov 4 • destacamos, Lecturas, Miradas • 638 Views • No hay comentarios en El ciclo de la carne

 

Un ciclo del horror y la bestialidad humana se inaugura en la novela Cadáver exquisito, de la argentina Agustina Bazterrica; obra distópica y caníbal

 

POR BENJAMÍN BARAJAS
Cadáver exquisito (Alfaguara, 2018) es una novela de las más perturbadoras de que se tenga noticia en los años recientes. Su autora es Agustina Bazterrica, de nacionalidad argentina, quien fue galardonada con el premio Ladies of Horror Fiction por el impacto que, seguramente, han causado las escenas de esta obra en lectores avezados y algunos desprevenidos en los ámbitos del terror.

 

La novela se adscribe al género de la ciencia ficción por su tendencia a ubicar la historia principal en un tiempo y espacio futuros, donde los personajes son víctimas y verdugos, debido a los conflictos sociales y, sobre todo, a los adelantos técnicos, científicos y, en este caso, relacionados con la ingeniería genética.

 

Los antecedentes de la obra se pueden encontrar en Frankenstein de Mary Shelley; las novelas futuristas de Julio Verne; La guerra de los mundos y La máquina del tiempo de H.W. Wells; sin olvidar a Isaac Asimov, Ray Bradbury y, sobre todo, a Aldous Huxley con la famosa historia Un mundo feliz, en cuya trama se recrea una especie de utopía donde las personas “serán dichosas” al ser manipuladas metal y genéticamente.

 

Cádaver exquisito, que en principio alude a un juego creativo de los poetas surrealistas, sitúa el conflicto en un periodo donde han muerto los animales, víctimas de un virus letal y contagioso para los hombres y mujeres, y ahora la humanidad se enfrenta a la explosión demográfica y la hambruna, razón por la que los gobiernos del mundo deciden legalizar el canibalismo.

 

Este proceso de “transición” está acompañado de una propaganda racista para establecer la supremacía y el acceso a los cortes más selectos de las “cabezas” humanas, que son destazadas como reses, mientras que al resto de la población, que merodea fuera de las alambradas electrificadas, se les considera “carroñeros”, quienes deben conformarse con los despojos y el “triperío”.

 

Pero la “transición” del canibalismo legitimado va aún más lejos. Los laboratorios especializados se dedican a modificar la genética de los individuos para producir “carne especial”; para ello enjaulan a las “cabezas” recién nacidas, les proveen una alimentación especial; les arrancan las cuerdas vocales para que al momento de la matanza no griten y, en algunos casos, a las cabezas más selectas, se les mantiene vivas en frigoríficos para comer sus extremidades sin sacrificarlas.

 

Ciertamente, la novela recrea una distopía en la cual los gobiernos totalitarios se han apoderado de la mente de sus ciudadanos y han inventado una ruin mentira respecto al virus que aniquilaba a los animales, para justificar su “política de planeación demográfica”. A lo largo del texto, es evidente la degradación de la especie humana, mediante la recuperación de nuestro origen predador y la puesta en escena de los instintos más primitivos que nos constituyen.

 

Por otra parte, desde la perspectiva estructural, la novela asume el discurso de una enunciación teatral, en tiempo presente, con frases cortas y lapidarias que describen las acciones de la barbarie. El hilo conductor recae en Marcos Tejo, un personaje con ciertos atisbos de rebeldía, pero que al final es dominado por el poder del sistema, como ocurre con Josepk K. en El proceso de Franz Kafka.

 

Si la tarea del arte consiste en avivar los sentidos y romper las percepciones automatizadas de la realidad, para enseñarnos a ver de otra manera el mundo, incluidos los crímenes que han sido normalizados, entonces vale la pena leer esta novela.

 

 

 

FOTO: Caníbales preparando a sus víctimas, de Francisco de Goya, entre 1808 y 1814; óleo sobre tabla. Crédito: Musée des Beaux-Arts

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