Bernard-Henri Lévy, los senderos del populismo contemporáneo

Nov 9 • Conexiones, destacamos, principales • 5540 Views • No hay comentarios en Bernard-Henri Lévy, los senderos del populismo contemporáneo

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El filósofo y cineasta francés Bernard-Henri Lévy habla sobre Peshmerga, el documental en el que registró la batalla del pueblo kurdo en contra del Estado Islámico y en el que valora las corrientes laicas dentro del mundo musulmán. Aborda también cómo el concepto de verdad se ha convertido en una moneda de cambio en los extremos ideológicos entre capitalismo y populismo

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HUGO ALFREDO HINOJOSA

 

 

Voltaire, el buen maestro de la naturaleza humana, escribió hace más de dos siglos Cándido o el optimismo, una sátira divertida por su ingenio filosófico y el irónico destino del héroe que acciona bajo la premisa idealista, en demasía religiosa, del alemán Leibniz que reza: “[éste] es el mejor de todos los mundos posibles”. Esa obra literaria, por demás sardónica, narra cómo el sufrimiento humano forma parte de la cotidianidad, de la violencia ejercida en este mundo por los demás, y en ocasiones por nosotros mismos, jueces y verdugos, navegantes entre ideologías, religiones, conflictos bélicos, económicos, además del beligerante y latente mundo digital. Hoy las sociedades son el Cándido solitario que vaga en búsqueda del mejor mundo posible, sin destino, entre ideologías que moldean el surgimiento de modelos aparentemente recientes, enemistados con su pasado y que deberán errar de nuevo, hacia un futuro de reproches por el presente.

 

Bernard-Henri Lévy, fue parte de la generación de los llamados Nouveaux philosophes français de mediados de los años 70, donde participaron André Glucksman, Christian Jambet y Guy Lardreau, opositores al totalitarismo europeo del momento, que tuvieron en Michel Foucault, Gilles Deleuze y Félix Guattari, interlocutores y puntos de partida para renovar la filosofía crítica arraigada en el canon francés de los años sesenta.

 

Aquél núcleo no fue una corriente del pensamiento en sí. Bernard-Henri Lévy lo definió como un grupo filosófico independiente que no compartiría doctrinas sino libertades del intelecto, para explorar horizontes novedosos en ruta hacia el fin de siglo, para hacer de las ideas campos fértiles que sedujeran a toda una generación nacida bajo la sombra de la tecnología ya en proceso de revolución y la resurrección del populismo.

 

Tres semanas previas a nuestro encuentro en la Ciudad de México, en el Foro de la Democracia de Atenas 2019, Bernard-Henri Lévy debatía con el estratega político estadounidense Stephen Bannon, responsable de llevar a la presidencia a Donald Trump, sobre las problemáticas del surgimiento del populismo y el nacionalismo en diferentes partes del mundo, sin contemplar, por supuesto a Latinoamérica ni a otros países en vías de desarrollo. En ese encuentro Lévy cuestionó a Bannon sobre el abandono y rompimiento de los lazos de amistad de los Estados Unidos y Donald Trump con el pueblo kurdo, cuyos Peshmerga (el ejército kurdo) lucharon para liberar a medio oriente de la presencia del Estado Islámico en la región, y para instaurar de nuevo la democracia perdida por el fanatismo religioso y radical del islamismo.

 

Bannon se limitó a decir que no estaba de acuerdo con Donald Trump, pero que sí veía en el surgimiento del populismo nacionalista el punto de partida para la creación de estados individuales fortalecidos contra la unión de regiones oligarcas (el partido del Foro de Davos, lo llama), haciendo alusión al momento histórico de occidente. Ante estas declaraciones, podríamos entender cómo el pueblo kurdo es la primera víctima política de la resignificación de la democracia populista y polarizante en Medio Oriente donde aparece Rusia, como padre protector sin serlo, ante la retirada de Estados Unidos del panorama geopolítico. La lógica de Bannon es curiosa en su obviedad, pretende ayudar a la generación de estados independientes que, tarde o temprano, cometerán los mismos errores autócratas, económicos, racistas y bélicos que ahora repudia, pero abanderados bajo el concepto de democracia del bienestar mundial. No obstante, el bien común para un pueblo cimentado sobre la idea del nacionalismo, conlleva a la intriga, a los malos pensamientos en su adorada soledad, a la guerra tarde o temprano.

 

 

 

El cine como expresión política

 

Peshmerga, dirigido por Bernard-Henri Lévy, es un documental que narra el viaje de mil kilómetros del filósofo y del ejército kurdo, a través de las fronteras de la región conocida como el Kurdistán iraquí, en batalla constante en contra del Estado Islámico. La película explora la cotidianidad militar y su estrategia para combatir el oscurantismo religioso, una guerra silente e ignorada por el resto del mundo, que se vuelve relevante en este momento histórico en el que los países aliados como Estados Unidos han dejado en el olvido y a merced de los turcos al ejército kurdo encargado de luchar en su momento contra el terrorismo. Esta charla con el cineasta francés, se dio a partir de ese proyecto cinematográfico.

 

Me parece interesante esta parte renacentista del conocimiento que maneja, la inquietud por crear. ¿Partiendo desde la escritura crítica de la filosofía, de esa formación ilustrada y robusta, en qué momento se convirtió en reportero de guerra, para después dar paso a su carrera como cineasta?

 

Me involucré hace bastantes años en la cinematografía. De alguna forma fue por necesidad. La primera película que dirigí, es decir, aquel primer documental, se tituló Bosna! y la filmé en 1994, durante el asedio a Sarajevo. En ese tiempo de guerra, al viajar a esa región, uno se encontraba con una ciudad vuelta un mártir en medio de los Balcanes. Al conocer lo que ocurría ahí y descubrir la realidad, me sentí verdaderamente indignado por dicha situación bélica, la indiferencia de mi país, y por la resignación del mundo entero. Así que, debido a esto, a esa indiferencia de los demás, decidí hacer mi primera película. Tomé la decisión y pronto me enclaustré en la ciudad en diferentes momentos y me puse a filmar. Lo hice sin tener o conocer una técnica definida como director; jamás lo había hecho antes, pero aquello que yo estaba viviendo, el sufrimiento total de Sarajevo y el espíritu de resistencia de la ciudad y sus habitantes, era una lección para el mundo entero y tenía que mostrarse.

 

Con esto descubrí que el verdadero problema de hacer cine radicaba en desear hacerlo. A esto habría que sumarle: estar en el lugar correcto y tener acceso, por supuesto, a las personas correctas. Uno aprende que hay quienes son mejores fotógrafos o que toman mejor la cámara, pero el secreto está en tener el tiempo necesario para esperar a que ocurran las cosas en el lugar adecuado. Con esto me refiero a tener la paciencia para ver cómo ocurre la guerra, por ejemplo.

 

Cuando hice Peshmerga hubo momentos en los cuales me aburrí, porque no ocurría nada, pero tienes que aprender de esos momentos, aceptar que hay tiempos muertos, bastantes. Pero de pronto llega la acción, la guerra, el momento crucial y es cuando tienes que tener tiempo necesario para capturarlo todo. Y tiempo es algo que tengo. Puedo decir que soy una persona arrojada, y tengo la visión suficiente como para saber qué situaciones de los conflictos son las mejores. Así fue como me convertí en cineasta.

 

La guerra es uno de los grandes temas del pensamiento filosófico moderno y clásico, su conceptualización cambia conforme a las épocas. En este sentido, ¿hacer películas como ésta también es una forma de hacer o escribir filosofía?

 

Puedo decir que para mí no hay ninguna diferencia. El cine es una parte del todo, de todo lo que hago. Hacer películas, pensar como filósofo, escribir crónica, narrar, todo es parte de una misma aventura que voy trazando. Me atrevería a decir que todo esto se compone del mismo aliento. Filmo cada una de mis películas de la misma manera como escribo mis libros de filosofía, el ritmo es el mismo, la respiración también; y la forma en la cual uno trata de convencer a los otros sobre los temas medulares es exactamente la misma. En efecto, es una tinta diferente la que se utiliza y se transforma. Utilizas una sobre el papel y la otra tinta se compone de imágenes. Cuando estoy al final de todo el proceso cinematográfico, en la sala de edición, es igual a cuando estoy por finalizar un libro en mi biblioteca. Las palabras son como las imágenes. Para un escritor, un filósofo y un cineasta existe una gran cantidad de material en bruto que son palabras o fotografías, y uno hace uso de su capacidad como filósofo para encontrar el sentido de todo.

 

Al ver este documental recuerdo que la Guerra de Vietnam fue la más documentada en la historia. No obstante, de Medio Oriente sabemos poco sobre lo que en verdad ocurre entre desiertos. ¿Por qué llegar a esa decisión de filmar ahí después de haber documentado el horror en Sarajevo y los Balcanes? ¿Por qué hablar sobre  los kurdos en esta película?

 

 

Lo hice por tres motivos fundamentales. En oposición a la Guerra de Vietnam ésta [la kurda contra el Estado Islámico] no estaba documentada en ningún sentido. En gran medida esas batallas siguen sin documentarse. Es una guerra sin memoria. Y puedo decir que todo el proceso que llevé a cabo, esto es, la ruta de los mil kilómetros entre las fronteras kurdas tomadas por el Estado Islámico era algo que nadie había hecho. Así que por todo esto creo que fue la mejor decisión que pude tomar: hacerlo sin que nada más importara. Por otra parte, cuando tienes la intuición y el conocimiento de que nadie más lo llevará a cabo, entonces es una buena idea hacerlo antes que nadie. Eso significa que tu trabajo es verdaderamente útil en ese momento.

 

En segundo lugar, puedo decir que fui criado con una idea muy sólida sobre el significado del heroísmo. Me gustan los héroes. Celebro la grandeza reflejada en hombres, mujeres y jóvenes, en niños. Me agrada la idea de que la gente sea excelsa. Disfruto esos momentos increíbles en la vida cuando un hombre o una mujer se eleva por encima de las expectativas de la norma, de lo más común sobre nuestra existencia. Estas situaciones que viví, me refiero a la guerra, me revelan cosas y me ofrecen otras que puedo llegar a reconocer y admirar tanto en la historia de la humanidad como en el presente. Eso era lo que yo quería filmar, sabía que en esa parte del Medio Oriente había jóvenes, niñas y niños peleando por nosotros con una valentía increíble. Admiro a quienes poseen un valor natural, un coraje puro, me encanta leer acerca de la bravura y escribir sobre éste tema.

 

El tercer motivo, y fundamental, por el cual me interesó contar la historia de los kurdos, es debido a que en Europa existe un gran debate en torno al Islam y sus “consecuencias”. Existe la gente para quien el Islam es por sí mismo un gravísimo problema inexplicable. Otros más dicen que el islamismo y el terrorismo no tienen nada que ver con el Islam. Puedo decir que no estoy de acuerdo con ninguna de estas dos teorías, ambas son igualmente falsas. La única verdad es que hacia el interior del mundo islámico existe un debate salvaje con respecto a un Islam que defiende y cree en los derechos de las mujeres, en la ilustración, en los valores como la democracia y en los derechos humanos. Por otra parte existe el Islam que busca sembrar la muerte por doquier, la violencia extrema, llevar a cabo la Yihad.

 

Creo y pienso que la segunda visión del Islam debe ser erradicada sin misericordia. La primera visión del Islam debe ser potenciada, sin duda: esa que cree en la democracia y que la justicia debe ser fortalecida para eliminar a la segunda. Esta visión justa del Islam, aunque desconocida, debe ser apoyada y tiene que darse más a conocer. Yo sabía que en esa región de Kurdistán encontraría esa concepción del Islam: abierta a otras religiones, a la pluralidad del pensamiento, protegiendo a las minorías, salvando a cristianos. Una religión que lamenta la desgraciada partida de los judíos ocurrida durante la época de Saddam Hussein. Ese es el Islam que apoyo y admiro, lo respeto bastante y para mí era muy importante mostrarle a la gente la verdadera naturaleza de esa religión. El Islam no es la radicalización de las cosas, del pensamiento en sí, sino que también es compatible con la democracia al contener en sí misma el espíritu de un gran pueblo.

 

Estos fueron los tres motivos por los que me enrolé en esa aventura de filmar Peshmerga, en eso utilicé mi tiempo, mi salud y arriesgué la vida en esa zona de conflicto.

 

 

 

 

 

Tomando en cuenta el momento político y social contemporáneo en Francia con sus múltiples problemáticas religiosas, ¿podríamos pensar en la existencia de un gobierno islámico en el país?

 

Todo depende de cómo lo veamos, hay que pensarlo bien para no caer en trampas. Para mí el Islam es solamente una fe del individuo. Es una experiencia que se problematiza en la conciencia. Es algo a lo que se le reza en secreto sin intentar imponerlo en ningún grupo de personas. Por otra parte, el islamismo tiene una voluntad definida para adelgazar las leyes, según sus reglas, y por este motivo el islamismo tiene que ser combatido por completo. En este momento hay cuatro millones de personas que profesan el Islam en Francia, pero ése no es un problema siempre y cuando no intenten instaurar su fe, siempre y cuando sea algo íntimo.

 

Después de tu experiencia como reportero de guerra, de conocer lo que significa la muerte y las masacres, además de ser un opositor de la violencia, ¿cuál sería su definición de la guerra?

 

¿Acaso es necesario definir lo que es la guerra? La guerra es lo que vivimos en Peshmerga, es algo que he visto a lo largo de todas mis coberturas en campo. Los conflictos bélicos destruyen todo vínculo social; pero en algunas ocasiones es una oportunidad para que se conozca la grandeza de un pueblo. Aunque, en la mayoría de las ocasiones, es una excelente herramienta para destruir el sentido de la humanidad. En pocas palabras odio la guerra, para ser honesto.

 

No obstante, hay momentos en la historia en los que desgraciadamente no hay otra opción sino la guerra. Sencillamente no la hay. Creo que muchos de nosotros podríamos estar de acuerdo en esto. Por ejemplo, sabemos que quiénes hicieron sus guerras en todo el mundo durante los años 20 y 30 del siglo pasado, querían lograr la paz a cualquier precio y estaban mal porque todos esos conflictos innecesarios culminaron en guerras que los llevaron a la humillación y a la deshonra. Pero hay circunstancias donde la guerra debe aparecer. En España, por ejemplo, durante la Guerra Civil contra los fascistas en 1936, o durante la invasión a Checoslovaquia por Adolf Hitler; así como ahora en contra del Estado Islámico. Hace 25 años, cuando hice mi primera película, el gobierno de Serbia bombardeó Sarajevo, a la gente de Yugoslavia, y cuatro años más tarde se dio la guerra, aunque debió haber ocurrido mucho antes. Era un paso que debía darse.

 

Hace unos días, el presidente Donald Trump, declaró que el pueblo kurdo no se merecía su apoyo porque éstos no participaron en la ayuda al desembarque de las tropas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué se puede deducir de esta declaración, después de la ayuda de los kurdos en la lucha contra el Estado Islámico?

 

Esa es la declaración más obscena y absurda que ha hecho Donald Trump desde que tomó posesión como presidente de Estados Unidos. Además eso es completamente falso. Existió un ejercito donde participaron los kurdos en la lucha contra el nazismo y eso lo sé de primera mano. Tengo aún en mi memoria las historias de mi padre, él formó parte del ejército de la Francia Libre comandada por el general Charles de Gaulle, formó parte del ejército que desembarcó al sur de Francia, luchó en la batalla de Túnez y en la liberación de Italia. Y participó en la batalla de Montecassino en la Segunda Guerra Mundial donde fue condecorado por su valentía. En su batallón había soldados marroquíes y kurdos, quienes tomaron junto con él la cima de Montecassino y ayudaron en la expulsión de los nazis. Por todo esto, la declaración de Trump es falsa y obscena.

 

Después de un par de años al frente de los Estados Unidos de América, ¿cuál es el objetivo de Trump como presidente?

 

Donald Trump tiene un solo objetivo y bastante claro que no radica en Make America Great Again sino en Make Russia Great Again. Tan solo debemos prestar especial atención en lo que está ocurriendo en Ucrania y en el Medio Oriente. Rusia es el único país que sale victorioso de todo el caos de las democracias. Rusia ahora se aparece en Siria, pacta con Recep Erdogan en Turquía, y se posiciona como el mediador y facilitador de la paz en esa región del planeta. Trump le cedió el lugar a Putin, es increíble siquiera decirlo, pero es un hecho. Esta victoria geopolítica sin precedentes se la cedió el presidente estadounidense a Rusia y, aunque pienso que Trump no es un completo idiota, creo que sí está en su estrategia defender a Rusia.

 

¿En qué posición está la democracia en este momento en el panorama mundial? ¿Hacia dónde se dirige?

 

La democracia está siendo derrotada por aquellos políticos, líderes sociales o personajes que argumentan que luchan por la democracia misma. Hoy la democracia discursiva divide en lugar de unir. Entre más separación exista en aras de la democracia, más crecerá el populismo nacionalista y tomará fuerza. Pareciera que estamos llegando de nuevo a una época de totalitarismos gracias a un discurso que apela veladamente a la separación. Está pasando en Francia con Marine Le Pen o con Matteo Salvini en Italia, sin hablar de Turquía y otros países, Estados Unidos, también. Pienso que es el momento donde debemos buscar la unidad, en eso radica la fuerza, para contrarrestar las problemáticas a futuro y no dividir.

 

En Peshmerga las mujeres juegan un rol fundamental en la guerra. ¿Cómo funciona esto al interior del país, porque muchos de nosotros pensamos que las mujeres en esa región del mundo no juegan un rol relevante?

 

Creo que esa región de Kurdistán es el único lugar en el mundo donde he visto una participación tan activa por parte de las mujeres a esa escala estratégica. Vi batallones conformados por puras mujeres, por hombres y mujeres. Éstas juegan un gran papel en la guerra contra el Estado Islámico. Los soldados enemigos les tenían miedo por una razón fundamental: al considerarlas impuras, como lo marca su doctrina religiosa, temían que los asesinara una mujer porque entonces no podrían ascender al cielo y disfrutar de sus 72 vírgenes; eso atemorizaba a los soldados del islamismo. Por esto creo que es el único lugar en el mundo donde el feminismo está ganando terreno; si es que existe una verdadera revolución feminista, está en Kurdistán. Estas mujeres son además, madres, amigas, esposas, soldados, que están ahí para generar el cambio y la libertad.

 

En este momento se habla bastante de la muerte de la verdad. Al parecer estamos en un terreno minado y sin respuestas viviendo en la llamada posverdad, por lo menos así la conocemos. ¿Hacia qué rumbo marchamos en este sentido conceptual?

 

La verdad siempre ha estado bajo ataque gracias a los regímenes totalitarios. Siempre ha sido así, sería una mentira negarlo. Ahora, uno de los rasgos más visibles del totalitarismo tiene que ver con derribar la verdad y con esto las soluciones democráticas. En este momento histórico podemos notar un par de cosas nuevas. Hay algunos defensores de la democracia como Donald Trump que no les interesa la verdad en sí; como ejemplo podemos hablar del presidente estadounidense manipulando una fotografía donde condecoraba a un militar, para hacerla pasar como que condecoraba a un perro en lugar de un veterano que nos merece respeto. Con esto y con su discurso él manipula lo que el pueblo puede pensar de la política y sus adversarios, entrega su propia verdad sobre los hechos a la masa, y así varios líderes mundiales. Ahora también tenemos la redes sociales que podríamos dividir en cosas buenas y malas. Lo bueno es que hoy todos tienen la posibilidad de hablar y ser escuchados, pero esto deriva en que todas las verdades y los hechos son igual de valiosos, y por consiguiente se ataca al especialista de una disciplina porque su verdad basada en evidencia no empata.

 

Esto es peligroso porque estamos regresando hacia atrás, al tiempo de los griegos hasta llegar con los sofistas, los enemigos de Sócrates y Platón, personas que decían que todas las opiniones valían lo mismo. En este sentido, la edad del sofismo restaurado gracias a las redes sociales es un ataque perverso a la verdad.

 

La meditación de Bernard-Henri Lévy es precisa entenderla en este momento de caos conceptuales, sobre todo en Latinoamérica, donde el surgimiento del populismo avanza y divide, bajo las promesas de un bienestar total y el fin de los privilegios, aunque falsea la práctica. Ante la división habrá que esperar cómo el caos se corona y gobierna.

 

 

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