Cuando escribes sobre la realidad debes ser muy cuidadoso: Muñoz Molina

May 9 • Conexiones, destacamos, principales • 3819 Views • No hay comentarios en Cuando escribes sobre la realidad debes ser muy cuidadoso: Muñoz Molina

 

POR ELISA CORONA AGUILAR

 

Autora de El desfile circular; @ElisaCoronaA

 

En la ciudad de Lisboa, dos personajes en distintas épocas parecen reinventar su identidad al caminar como recién llegados, perseguidos en muy distintas formas por su pasado y sus ambiciones. Uno de ellos es James   Earl Ray, el asesino de Martin Luther King, que llega a Lisboa en 1968 intentando conseguir una visa para Angola; día tras día, revisa los periódicos en inglés tratando de averiguar si sus persecutores están cerca, si han descubierto más pistas de su actual paradero, si poseen y analizan todos los rastros que él torpemente dejó en su fuga. El otro personaje es Antonio Muñoz Molina, un joven atrapado en un trabajo en la burocracia española que visita la ciudad por primera vez para crear el escenario de una novela, Invierno en Lisboa; todavía no sabe que con la publicación de esta obra iniciará su éxito como escritor.

 

 

     Hacer una entrevista sobre Como la sombra que se va es casi ocioso, pues la novela habla precisamente del proceso mismo de escritura, de esos momentos y personas que impulsaron al escritor a llevar a cabo ese proyecto, de la etapa de su vida que dio origen a sus primeras obsesiones como creador de ficción. Las típicas preguntas, ¿cómo se te ocurrió escribir sobre ese tema? ¿cuándo fuiste por primera vez a Lisboa? ¿qué sentías cuando escribías?, tienen respuesta en el libro, construyen su trama y su estructura. Muñoz Molina sólo agrega algunos detalles sobre porqué decidió recrear el crimen, la huida y la captura de James Earl Ray y a la vez revisitar una etapa de su propia vida cuando, menciona en la narración, “era más joven de lo que creía ser”:

 

 

“Leyendo sobre la vida de Martin Luther King, descubrí que su asesino había pasado diez días en Lisboa, esto me dejó una fuerte impresión. Escribir sobre ello fue como recortar una silueta de papel y colocarla en un fondo específico: James Earl Ray y Lisboa, son dos cosas que chocan, que parecen no coincidir. Y en un principio yo pensé que ésta iba a ser una novela corta sobre el asesino de Martin Luther King, pero poco a poco me di cuenta de que tenía que escribir también sobre el proceso de creación de la novela, sobre mí mismo, revisitar mis viajes a Lisboa y la escritura de Invierno en Lisboa. Y por supuesto que soy yo el que aparece en la novela, no me gustan los juegos literarios para complicar las cosas, es más sencillo que eso, soy yo cuando era joven y buscaba la forma de escribir”.

 

 

 

Si el lector está buscando al estereotipo del asesino en un personaje como James Earl Ray, es probable que se decepcione. Este hombre era muy simple, sin ninguna cultura, sin fuerza de voluntad o decisión, un criminal muy gris. ¿Cómo decidiste que este personaje era lo suficientemente interesante para escribir una novela sobre él?

 

Mi fascinación con el asesino tiene que ver con que es alguien que vive en plena ficción durante este periodo de tiempo: tiene que inventar un nombre, tiene que diseñar estrategias para aprenderlo de memoria y no cometer equivocaciones al presentarse o firmar, inventa constantemente historias sobre quién es y a dónde se dirige, inventa futuros negocios en Angola para intentar obtener una Visa. Es alguien que vive en permanente soledad durante este tiempo, en un lugar donde no comprende el idioma. Él era una persona muy rara, con muchas manías, tics nerviosos que construyen su identidad a lo largo de la narración. Todo esto es muy interesante porque pone en evidencia el hecho de que podemos saber mucho sobre una persona, miles de detalles, y sin embargo no sabemos nada de sus verdaderas intenciones y motivos. Esto es lo que ocurre con James Earl Ray: el FBI tiene todos los detalles sobre él archivados, objetos personales, huellas dactilares, escuelas a las que fue, libros que leyó, y sin embargo no pudieron averiguar nunca qué fue lo que motivó sus actos, cuál fue la verdadera razón por la que cometió el asesinato. Al final de la novela hablo un poco sobre el personaje que él inventó estando ya en prisión, Raoul, quien supuestamente formaba parte de una organización secreta y le pagó para llevar a cabo el asesinato. El FBI se la pasó buscándolo durante décadas y al parecer todo fue una mentira para justificarse, para decir que alguien le había pagado para cometer el crimen. Dio varias versiones de esto, todas falsas al parecer. Nunca se encontró evidencia de nada. Nunca confesó con claridad por qué mató a Martin Luther King. Yo intento entrar en la conciencia de este personaje, seguir sus pasos por la ciudad de Lisboa, pero nunca podré saber de cierto qué motivó sus actos. Así es en la vida, nunca llegamos a saber los más profundos impulsos y motivos de las personas.

 

 

 

Así como la novela habla constantemente del proceso de escritura, también se habla mucho de la experiencia de la lectura, de lo que cada personaje, tú y el asesino, leen en sus momentos de soledad, de su percepción de estas lecturas. Y tú como escritor para construir este personaje accediste a los archivos desclasificados del FBI, ¿disfrutaste esta lectura? ¿no te pareció muy árida?

 

 

Para nada. La lectura de los archivos del FBI se volvió adictiva para mí, era como una enfermedad, me descubría a las cuatro de la madrugada leyendo sobre los detalles de la firma de este hombre, de los objetos que dejó. Es un material magnífico para la literatura porque todo son datos concretos, hay muchas cosas increíbles, si yo las inventara no serían tan originales ni tan impresionantes. Muchos escritores cometen el error de colocar objetos o cosas por mero simbolismo: en un cuarto ponen una ventana que no sirve para dar luz, sólo sirve para simbolizar el mundo exterior, la libertad, qué se yo. En estos archivos todo son datos concretos, el material ideal para la literatura. También leí las novelas baratas de James Bond, las enciclopedias obsoletas, las revistas que él leía: es una literatura de quinta categoría con la que él estaba fascinado. La publicidad que aparece en las revistas de la época sorprende porque muestra una masculinidad totalmente ridícula. Entonces tienes que preguntarte qué le hacía todo este mundo de ficción a una persona sin ninguna cultura ni educación, alguien que no había visto casi nada del mundo. Lo único que tenía una persona blanca en esa época era que creía que estaba por encima de los negros, sin embargo James Earl Ray tuvo una infancia mucho peor que la de Martin Luther King.

 

 

 

Confieso que al leer la novela me preocupó la parte en la que comienzas a hablar sobre el éxito literario de Invierno en Lisboa, sobre los viajes que hiciste para promover el libro y los otros escritores que topaste en ese camino; pensé por un momento que ibas a caer en la manía de muchos escritores de la actualidad que piensan que es muy importante su vida personal. En cambio, tu novela tomó otro rumbo, hablando con honestidad de una segunda persona a quien está dirigida gran parte de la novela, introduces una historia de amor:

 

Así es, me molesta la forma en que los escritores se retratan a sí mismos, su vida social, siempre desde una campechanía jovial, arrogantes y fuertes bebedores; alimentan una fantasía en la que parecen decir, “qué inteligentes somos y qué memorables hemos sido desde niños”. Evité esto a toda costa, y la única forma de escapar de esto es ser honrado, hacer una verdadera introspección. Aquello que describo sobre mi propia vida fue difícil de abordar porque es más bien una dolorosa confesión, fui muy crítico de mí mismo, hablo del tiempo en que a pesar de mis treinta años, de mi esposa y mis hijos, me comportaba todavía como un adolescente. Y quedo muy mal parado. Mi ex esposa queda en mucho mejor posición que yo.

 

 

 

En un taller de narrativa contaste una anécdota que tiene que ver con el estilo, con la firma, por decirlo así, de un escritor. Cuando te ganabas la vida escribiendo discursos para políticos de poca monta, tenías la costumbre con otros colegas de meter siempre en el discurso tu firma, una frase inconexa, pero insertada casi a la fuerza para hacer reír a los demás escritores y que ellos supieran de inmediato que el discurso lo habías escrito tú: “falaz paternalismo trasnochado”, era tu sello personal, que de seguro el político en turno repetía sin tener idea de qué significaba y sin saber que era una broma. Pero esto me hace pensar de manera más seria en la cuestión del estilo, ¿tienes un estilo, un sello, una firma como escritor, que reconozcas en todos tus libros? ¿crees que tu voz puede encontrarse en cierto uso del lenguaje que uses con regularidad?

 

Es una pregunta que prefiero no contestar, creo que el estilo muchas veces es en realidad inercia, costumbre, prefiero que se me reconozca por mi voluntad de cambiar, de hacer algo distinto en cada libro. Me interesa siempre hacer un libro que sea como una escapatoria del anterior, como un desmentido. El impulso que yo tengo cuando me siento a escribir es hacer algo que sea completamente distinto, donde no repita los errores del libro anterior. Sin embargo cada quién hace lo que puede, yo admiro a artistas que han cambiado mucho y admiro a algunos que no han cambiado nada. En mi caso la experiencia no me sirve de nada, cada vez que me enfrento a un nuevo proyecto, a una página en blanco, me siento tan asustado como la primera vez, es una aventura por completo nueva, la técnica del libro anterior no me sirve para hacer el nuevo. Y soy una persona que confía muy poco en su trabajo.

 

 

 

En tus clases mencionas que siempre se debe medir muy cuidadosamente qué cabe en una novela y qué es material para otra. ¿Hubo personajes que te interesaran mucho y quedaran fuera de la novela por alguna razón?

 

En efecto, hay un proceso de selección cuando se escribe un cuento o una novela, no todo cabe, se debe de estar conciente de los límites del género que se está trabajando. Estos límites deben ser vistos como una ventaja, son una forma de centrar el tema y los recursos. El límite del tiempo también es una ventaja, me gusta la frase de John Coltrane que dice, “no me des tiempo, dame una fecha límite”, así se trabaja mucho mejor, con límites de tiempo y de estructura. En el caso de los personajes que yo tenía para escribir Como la sombra que se va, sucede que en la vida real es posible que un hermano le haya ayudado a James Earl Ray con su plan, pero el hermano ya no cabía en la novela. También está el personaje de mi ex esposa, que creo que no apareció lo suficiente, pero esto es por otros motivos, porque uno debe ser muy cuidadoso cuando escribes sobre la realidad, estás cambiando las vidas de las personas al colocarlos en un libro.

 

 

 

Al final del libro aparece por fin la voz de Martin Luther King, algo que el lector en cierta forma está esperando, y también la voz de un personaje femenino, una importante activista, Georgia Davis Powers, su amante. ¿Cómo decidiste que era necesario hablar desde esas voces?¿En algún momento pensaste dejarlas fuera?

 

Sólo hay un momento en el que me arriesgo a intuir la voz de M. L. King, y esto fue porque me di cuenta de que iba a quedar un hueco en la novela si no lo hacía. Tenía que ser un momento muy cercano al del disparo. También el personaje de ella, Georgia Davis, su amante, es un personaje muy interesante que da para mucho más, fue una activista muy importante, se convirtió en la primera mujer senadora y la primera persona de color en entrar al Senado. Ella confesó que fue amante de King en su autobiografía I shared the dream: the pride, passion, and politics of the first Black woman senator from Kentucky. Ella estuvo en el hotel esa misma noche, unas horas después del disparo porque iban a encontrarse. Su voz me ayudó cerrar la novela con la historia de amor, con la sensación que siempre atormenta a los amantes, “¡hay muy poco tiempo!”, parecen decir siempre, la sensación del tiempo que se escapa es importante para todos los personajes del libro.

 

 

 

En tus talleres de escritura comparas el oficio del escritor con el del carpintero, dices que es importante aprender a escribir como un artesano, construir un cuento como un carpintero construye una silla, simple y eficiente, con cuatro patas, que sirva para sentarse en ella. ¿Puedes explicar un poco más sobre la importancia del escritor como artesano? Y, ¿cuándo crees que un artesano se convierte en artista?

 

Creo que hoy en día cualquiera puede ser artista, pero no cualquiera puede ser artesano. Muchos hacen cosas raras, estridentes, les dan una justificación y se hacen llamar artistas, pero pocos pueden construir desde el conocimiento de su oficio. Y un buen artista difícilmente va a ser un mal artesano. No sé decir en dónde se encuentran los límites de estas dos palabras, quizás en el impulso, en la novedad, en hacer algo fuera de la norma y de las reglas estrictas, pero siempre desde la precisión y el conocimiento de los elementos simples.

 

*FOTOGRAFÍA: El autor español fue galardonado en 2013 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Su novela más reciente es Como la sombra que se va / EFE

« »