Los misterios de la vida y la muerte explicados a un loro: entrevista con Jorge Comensal

Abr 23 • Conexiones, destacamos, principales • 1186 Views • No hay comentarios en Los misterios de la vida y la muerte explicados a un loro: entrevista con Jorge Comensal

 

Las mutaciones, de Jorge Comensal, es una apuesta por la hilaridad en medio del dolor, pero también por una búsqueda de la trascendencia humana frente a la muerte

 

POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
La historia narrada en Las mutaciones (Antílope, 2016) parecería un chiste o producto de una alucinación. Pero no. Es una tragicomedia en la que las dosis de sarcasmo, ironía y picaresca son también un antídoto para enfrentar la finitud, la frustración, el silencio, el amor y hasta la trascendencia divina.

 

Las mutaciones, de Jorge Comensal (Ciudad de México, 1987), es una novela que en poco más de seis años, con pandemia de por medio, casi tiene agotada su tercera edición en México y que en España acaba de ser lanzada bajo el sello de Seix Barral. En ella, Ramón Martínez, su protagonista, es un exitoso abogado que a sus 50 años de edad ha sido sometido a una glosectomía por un severo cáncer. En unos meses su vida cambia de ser el mandamás de un respetable despacho jurídico al doble desahucio —por su oncólogo y por su hermano carroñero—. Y mudo. Su refugio son los soliloquios imaginarios que mantiene con un loro, mester de leperadas aprendidas en el Mercado de Sonora y bautizado Benito en honor al Benemérito de las Américas. Alrededor de esta historia, se entrelaza también lo vivido por su esposa Carmela, por Paulina y Mateo, sus hijos adolescentes; su terapeuta Teresa —que se enfrenta al reto de escuchar a un mudo— y su médico Joaquín Aldama, que ante el descalabro de no poder figurar en las más respetadas revistas científicas, se entrega a la melomanía más refinada en la que los clásicos del barroco acompañan sus revelaciones místicas alrededor de la muerte.

 

El interés de Comensal por la mudez viene de sus años universitarios en los que estudió los efectos neuronales de la afasia, un tema que con apoyo de la Fundación para las Letras Mexicanas se concretó en Las mutaciones. En estas páginas la seriedad que ameritan la muerte y la afasia no desentona con los episodios cómicos, pues no hay nada más humano que la risa y porque, como dice el Eclesiastés, hay tiempo para todo: para morir, pero también para reír.

 

Lee su ensayo “En el principio fue el habla” aquí. 

 

¿Cómo se gestó la historia de un leguleyo sometido a una glosectomía y su relación con un loro lazarillo, interpósito individuo con quien busca mantener el lugar que tenía en el mundo?

 

Me gusta mucho la mención que haces del lazarillo porque El Lazarillo de Tormes es una historia que me fascinó cuando estudiaba la carrera, que me deslumbró mucho porque me di cuenta del lugar que tenía el humor desde muy temprano en la literatura hispánica. Pienso que justamente en Benito encontré un personaje picaresco, de otra especie, que era algo que imaginaba. Cuando comencé a construir esta historia, tenía muy claro que tendría que girar en torno a la relación entre un hombre mudo y un loro lépero. Este interés por la mudez viene por trabajos que hice en la carrera sobre la neurolingüística. Estudié los efectos de las afasias y accidentes cerebrovasculares en la capacidad de hablar. Y la convivencia con personas que habían perdido, de alguna manera u otra, la posibilidad de comunicarse verbalmente me llevó a pensar sobre estas implicaciones del silencio en la vida de un leguleyo —como bien lo llamaste—, que aparte del lenguaje escrito, de trabajar con las leyes, las sentencias y los contratos, trabaja más que nada con el verbo hablado, la persuasión. Por lo tanto, para él perder la capacidad de habla significaba perder toda posibilidad de trabajo.

 

Ramón Martínez está en las antípodas de Benito. ¿Qué existe entre ellos dos, entre el habla inconsciente de un loro y la imposibilidad de hablar de un hombre que ve en el verbo su herramienta para ejercer el poder?

 

Entre ellos está también la terapia de la escucha, representada por la psicoterapeuta Teresa. Ella interviene con su trabajo que se basa en escuchar. Por lo tanto, también para ella será un reto muy difícil de superar tratar a una persona que no puede hablar. Además, también está otro paciente de Teresa, de nombre Eduardo, un joven estudiante de Letras a quien un discurso obsesivo alrededor de la enfermedad le impide vivir con plenitud.

 

Tengo la percepción de que los personajes son aparentemente excéntricos, pero ante la realidad son bastante humanos.

 

Busqué que la voz narrativa tuviera una mirada excéntrica, que se pusiera en un lugar desde el que pudiera resaltar su excentricidad, aunque en el fondo son personajes construidos desde nuestra realidad cotidiana. Justamente creo que el cáncer muchas veces nos pone en situaciones excepcionales que dan lugar a situaciones excéntricas. Pienso en el caso del doctor Joaquín Aldama, el oncólogo, un melómano muy extraño con unas ambiciones científicas desubicadas debido a los estragos psicológicos que la relación con esta enfermedad ha causado en él. Así es como concibo que los resuelve alguien que todos los días tiene que estar en contacto con el cáncer. Es algo muy difícil y que cada vez vivimos más porque en una sociedad tan hiperinformada como la nuestra, tan conectada, parece que todo el tiempo estamos en contacto con la tragedia, con la desgracia, con el conflicto a través de las redes sociales. Ahí encontramos todos días testimonios de la guerra, de la enfermedad, de la violencia. Vivimos en un trato constante con la desgracia. En el caso de este médico, la música barroca es su lugar de redención. De ahí nace quizás esa excentricidad de este personaje.

 

¿Definirías Las mutaciones como una tragicomedia?

 

Es útil esa definición para advertir que habrá situaciones humorísticas al mismo tiempo que hablamos de un proceso terrible como es una enfermedad oncológica y su
tratamiento.

 

¿Crees que hay una desacralización, que algunos podrán tomar como herejía, cuando el narrador hace referencias al Espíritu Santo y páginas adelante aparece un perico soltando leperadas?

 

En esta relación del perico como el Espíritu Santo le hago un homenaje a Flaubert, con su personaje de Un corazón sencillo, en el que aparece el personaje de un loro que después será retomado por Julian Barnes para su novela El loro de Flaubert. Tiene un papel crucial como una figura sagrada. En este sentido, Benito es un heredero de estos personajes. Con él me interesaba explorar ciertos momentos de una crisis existencial en donde lo sagrado juega un papel problemático. Pienso en la misa en la que el oncólogo se pregunta sobre las características fisiológicas de Jesucristo en la cruz, algo que también me pregunto en el capítulo final.

 

La sífilis y la tuberculosis marcaron el siglo de Flaubert, un autor referencial para ti. El siglo XIX contrasta con el cáncer de nuestros tiempos. ¿Qué papel tiene ahora el cáncer en la literatura?

 

El cáncer se ha usado muchas veces en la literatura como recurso para mover la trama, no se ha abordado tanto de manera central. Lo mismo con las enfermedades que son el trasfondo de muchos relatos universales, pero ha sido difícil enfrentarlos por sí mismos porque no los conocemos. Hasta hace poco comenzamos a comprender el origen de la enfermedad, su dinámica. Yo lo quería hacer desde el humor y la narración literaria de lo científico. Se puede hacer desde muchos lugares. Lo acabamos de empezar hace poco tiempo, y digo hace 100 años. La ciencia moderna nos ha dotado de una comprensión del mundo que poco a poco se está integrando al relato literario del mundo. Lo vemos poco a poco como en El hombre sin atributos de Musil, en el que vemos cómo la narración meteorológica nos habla de una nueva forma de vivir el paisaje, de vivir el clima, el tiempo atmosférico y está entrando a la literatura poco a poco.

 

¿Crees que hay un antes y un después en tus personajes, una reivindicación o alguna expiación de su propia vida?

 

Me parece que lo que une las tres historias paralelas que cuenta la novela, es una crisis existencial producida por distintas circunstancias en cada uno. En el caso de Ramón es un diagnóstico de cáncer de lengua; en el caso del oncólogo Aldama es la esperanza de que con ese cáncer podrá hacer una aportación a la ciencia que no ha hecho porque se ha dedicado a la clínica. Entonces tiene una especie de crisis de la tercera edad. Y en Teresa hay una crisis vinculada por su relación con la maternidad, que la hace cuestionar el camino terapéutico, esa teoría ecléctica con la que atiende a sus pacientes. Cada uno entra en una crisis paralela. Hay decepción, hay liberación, ciertas redenciones, pero en cada caso el resultado es diferente. También depende cómo cada quien interpreta el final de sus historias.

 

¿Hay un intento de emulación o diálogo con autores clásicos de la picaresca?

 

Sí, de manera muy orgánica porque es una literatura que he disfrutado mucho, y a la cual El Quijote le debe mucho aunque no es un pícaro para nada, pero le debe mucho a esa narrativa. Es una forma de ser de la modernidad por medio de la cual se mira el mundo con cierto cinismo crítico. El pícaro original, Lazarillo, va retratando a los personajes de su tiempo y les hace una crítica más o menos amistosa. Quevedo es más cruel, más desalmado. Yo quería hacer un poco eso, criticar al mundo que me rodeaba pero con una identificación más generosa. Los personajes de Las mutaciones somos nosotros en muchas circunstancias, en los hijos adolescentes de Ramón y con Ramón mismo. Con todos ellos me identifico.

 

¿Crees que la mutación por la que transita cada uno es una especie de redención: Ramón por el cáncer, Eduardo por su trastorno obsesivo compulsivo y Teresa por la mastectomía que padeció años atrás?

 

No necesariamente tiene que ser así. Creo que Ramón sí lo vive así. Eso lo vemos en sus soliloquios, que son coloquios imaginarios con el loro. Habla, tiene una voz interior que discurre gracias a la compañía de Benito, algo que no podría hacer si no estuviera acompañado. Él vive como una lucha de expiación y de lucha contra su mayor adversidad que es la posible pérdida de su patrimonio. Es una figura prototípicamente patriarcal en crisis porque ya no puede cumplir su papel alrededor del cual había ordenado su propiedad y además su patrimonio está en peligro. Esa obsesión por lo que va a legar a su familia también la impide enfrentarse a su propia finitud y es una forma de evadir la muerte.

 

¿Qué estás leyendo ahora?

 

Desmorir, de Anne Boyer, que es muy afín en cierta medida con Las mutaciones. Aborda el cáncer desde un punto de vista muy diferente, desde el testimonio ensayístico en primera persona de una mujer que sufre el tratamiento de cáncer de mama. Y en mi novela me interesaba mucho explorarla desde la tercera persona la vida de estos personajes para dejar el dolor y el sufrimiento más desoladores en el ámbito de su vida privada.

 

¿Cuáles son los clásicos que leerás en la vejez?

 

Soy muy lector de poesía. Regreso con frecuencia a la obra de Gorostiza. Muerte sin fin es un libro fenomenal. La Biblia ha sido fundamental, es una lectura a la que regreso siempre; a las mejores novelas del boom; Ibargüengoitia es también un autor fundamental por sus novelas y sus columnas por el retrato costumbrista de la vida cotidiana que me ayuda a navegar la vida en México. Me gusta muchísimo Estas ruinas que ves e Instrucciones para vivir en México.

 

¿Fuiste educado en creencias católicas?

 

Fui a una escuela católica muy conservadora. Eso me hizo especialmente sensible a las incongruencias que puede haber entre la práctica eclesiástica y los relatos bíblicos. Por eso escribí un ensayo que disfruté mucho —y espero seguir haciéndolo— sobre la posibilidad de reírnos de La Biblia. Se llama Jehová me cuenta chistes todavía (Revista de la Universidad, Octubre 2020). Ahí recopilo algunos de los pasajes que más he disfrutado. Todo el tiempo vivimos sumergidos en el relato bíblico. La Semana Santa, que acaba de pasar, son unas vacaciones motivadas por un relato. Los relatos del Nuevo testamento ordenan el calendario escolar y laboral de nuestra vida, vivimos empapados de la historia bíblica, de sus personajes. También de los esquemas narrativos de redención, sacrificio, muerte los aprendemos de ahí. Definitivamente se está transformando en la vida pública del país nuestra relación con La Biblia. Es muy patente cómo la cultura católica está en decadencia y la cultura evangélica adquiere más vigor.

 

FOTO: Las mutaciones, de Jorge Comensal, acaba de ser lanzado en España bajo el sello de Seix Barral/ Juan Boites/ EL UNIVERSAL

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