Hambre: un análisis de la investigadora Sara Sefchovich sobre este problema mundial

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Si bien la escasez de alimentos es un problema que ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia debido a sus decisiones políticas y económicas, el actual conflicto entre Rusia y Ucrania lo recrudece. 

 

POR SARA SEFCHOVICH
En marzo de este año, The New York Times, afirmó que uno de los efectos de la guerra en Ucrania sería el hambre en el mundo. Dos meses después, el secretario general de la ONU advertía sobre “el fantasma de una escasez mundial de alimentos” y la revista inglesa The Economist dedicó su portada a “la catástrofe alimentaria que se avecina”(1). En México, Juan Enriquez Cabot habló del tema, en un artículo breve pero bien documentado, publicado en junio en el periódico Reforma.(2)

 

En su definición más simple, hambre es la falta total o suficiente de alimentos. Lo de total no requiere explicación, lo de suficiente se refiere a las 2 mil 100 kilocalorías diarias que una persona necesita para llevar una vida sana, pero se refiere también a los nutrientes adecuados para que alimentarse permita crecer, tener energía para trabajar y capacidad para aprender. Y esto es lo que no tiene una vasta porción de la humanidad: ni suficiente ni adecuada alimentación.

 

Hay quienes “literalmente, están a punto de morir de inanición”; quienes están en “extrema pobreza”, y quienes experimentan “inseguridad alimentaria”. Son tres niveles distintos de clasificar al hambre que afecta a buena parte de la población mundial.

 

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, 815 millones de personas pasan hambre en el mundo, (3) y según el Programa Mundial de Alimentos, cada año casi 7 millones de niños mueren antes de cumplir los cinco años y la desnutrición es un factor clave en más de un tercio de estas muertes. (4) El novelista Martín Caparrós lo pone así: cada cuatro segundos, una persona muere de hambre, 25 mil al día, más de 9 millones al año.(5)

 

Estos son sólo algunos ejemplos dentro del océano de datos que se producen cada día por parte de gobiernos, instituciones, ong, académicos y agencias internacionales. Son números densos, tremendos, números que hablan de una situación grave.

 

Y, sin embargo, como dice Vilma Fuentes: “La enumeración acumula hechos exactos, como las fichas de un expediente de investigación, pero sin lograr asir lo esencial.”(6)

 

¿Qué es lo esencial?

 

El padecimiento humano. Lo que cada una de las personas está sufriendo por esta situación. Por ejemplo, según los datos, los mexicanos comen un promedio de dos y medio kilos de pollo al mes. Sin embargo, como bien sabemos, los promedios ocultan el hecho de que hay mexicanos que comen cinco kilos y mexicanos que no comen nada de pollo. Y esa diferencia es importante sobre todo si, como dice el contador de esta historia, “sos vos al que no le toca nada de pollo”.

 

Hace ya muchos años, Josué de Castro afirmó en su libro Geopolítica del hambre, que el hambre no es una calamidad que tiene sus orígenes en la naturaleza, sino que los seres humanos con sus decisiones económicas y políticas lo provocan.(7) Esto se ha vuelto un mantra, desde que el economista Amartya Sen lo popularizó.

 

Y, en efecto, hay montones de ejemplos para demostrar la veracidad de estas palabras: el hambre que hubo en Bengala durante la Segunda Guerra Mundial, fue porque la potencia colonial Inglaterra, decidió que se le debían enviar miles de toneladas de grano para suplir lo que la contienda le impedía cosechar, sin importar si quedaba o no suficiente para los habitantes del lugar. O la hambruna durante el Gran Salto Adelante en China, derivada del hecho de que con tal de impresionar al centro, los funcionarios locales daban cifras elevadísimas de producción, y entonces se les exigía que mandaran más, cosa que hacían a costa de matar literalmente de hambre a la población. O lo que sucedió en Guatemala, país que producía todo el maíz que consumía, hasta que en los años 90, empezaron a llegar los excedentes americanos, baratísimos por los subsidios que recibían los agricultores en ese país, y los campesinos locales no pudieron competir con los precios. El resultado fue que en una década, la producción local había disminuido una tercera parte y no sólo eso, sino que muchos campesinos vendieron sus tierras y se las compraron empresas que ahora plantan palmeras para hacer aceite y etanol, caña de azúcar y etanol y, colmo de colmos, maíz y etanol. Esto último hizo que los precios del maíz subieran y que un campesino ya no pueda comer suficientemente, pues hace cinco años compraba ocho tortillas por la misma cantidad de dinero con que hoy compra cuatro. Y el huevo triplicó su precio porque también los pollos comen maíz.

 

Otros casos brutales de hambre creada por las decisiones políticas son por ejemplo Afganistán, donde 95% de la población no tiene suficiente alimento y 9 millones están de plano al borde de morir de inanición, ya que desde que Estados Unidos salió de ese país, dejó de dar ayuda y congeló las cuentas de los talibanes. El hambre podría matar más afganos que 20 años de guerra dice David Miliband, presidente del International Rescue Comitee.(8)

 

En Siria, el hambre existe desde que se desató la guerra entre quienes defendían y quienes se oponían al regimen de Bashir el Asad. Estamos hablando de un país que desde hace más de diez años tiene a un 90% de su población viviendo bajo el umbral de la pobreza y casi un tercio de los niños sirios padecen desnutrición.
Y Yemen vive desde hace varios años la peor crisis humanitaria del planeta.(9) La antes llamada Arabia feliz, es hoy, por la guerra civil, conflictos tribales y los intereses de Arabia Saudita “una vasija rota”, dice Ángeles Espinosa.(10)

 

Sin embargo, aunque parezca increíble, la situación ha empeorado de manera brutal a raíz de la guerra rusa contra Ucrania. Si el hambre ha sido un compañero permanente de la humanidad, y siempre ha estado allí, hoy es mucho peor porque estos dos países producen cerca del 14% del trigo del mundo y mucho maíz. A ello se agrega que países que vendían productos agrícolas, como Turquía, ya no los están vendiendo, pues los requieren para su propia población. Y eso lo han replicado otros 23 países.(11)

 

Pocas cifras más aterradoras que las de Líbano, pues 66% de sus importaciones de grano venían de Ucrania y 12% de Rusia, y sus reservas de por sí habían sido mermadas con las explosiones sucedidas en el puerto de Beirut hace dos años, y con la caída hace unos días de los enormes silos que quedaban en pie, lo que ha llevado a que se racione la harina,(12) y eso se agrega a otros productos que escasean, pues ese país importa el 80% de sus productos básicos, algo que la crisis por la que atraviesa, tanto económica como política, impide que siga sucediendo, ya que no hay recursos para ello ni ningún apoyo internacional.

 

La situación también es grave en África. Datos del American Jewish World Service, aseguran que en Kenia 3 millones de personas están al borde de morir de hambre(13), y según The Guardian, 2.2 millones de personas morirán de hambre en el Cuerno de África si no llueve o llega la ayuda humanitaria.(14)

 

Esto último es importante de destacar, porque habla de un elemento que no se ha querido considerar, pero que es de primera importancia: el cambio climático.(15) La falta de lluvias y el fuerte calor de este año han hecho que miles estén huyendo de Guatemala por hambre, ya que las cosechas se malograron.(16)

 

Y lo que viene pinta muy mal: Enríquez Cabor afirma que este año no se ha sembrado ni el 2% del trigo que ya se había sembrado el año pasado en el mundo.

 

¿Qué se puede hacer para que cambie esta situación?

 

No hay otra que cambiar las prácticas que la generan, pero eso no tiene ni visos de suceder, más bien al contrario, todo indica que se va a fortalecer la tendencia a no tomar acciones serias frente al cambio climático, al uso y cuidado del agua y a terminar con decisiones políticas equivocadas como son la negativa a los transgénicos, el uso de la agricultura para producir biocombustibles (que consume suficiente grano para alimentar a mil 900 millones de personas al año(17) ) y, sobre todo, los boicots económicos, arma que se usa sin reconocerla como de guerra, dice Nicholas Mulder,(18) pero que ha sido más letal que muchas guerras (en Irak, en los años 90 del siglo pasado, mató a cientos de miles por hambre). Quienes la usan parten del supuesto de que al presionar de esa manera a las sociedades, ellas harán caer a los dictadores, pero es algo que jamás en la historia ha sucedido.

 

“Los países ricos no han sabido responder al nivel de gravedad de la situación con un compromiso que de verdad detenga la catástrofe que se viene. El mundo necesita un plan Marshall y le pusieron una curita”, afirma Mark Malloch-Brown, presidente de Open Society Foundations y exsecretario general adjunto de la ONU.(19) Y David Beasley, quien encabeza el Programa Mundial de Alimentos también de la ONU, dice: “Estoy tratando de decirles a todos cuán mala es la situación, cuán mala será. Y luego, la próxima semana, debo decirles que se olviden de ese cálculo, que las cosas son mucho peores”.(20)

 

Así que, allí seguirá Hamida Al Hussein, una mujer de 70 años, que vive en una casa de campaña en un campo de desplazados, con su nuera y siete nietos. La contienda ha provocado un aumento de precios sin precedentes, de tal manera que aunque ella trabaja duramente las tierras agrícolas por un salario que equivale a menos de un euro, ya no puede pagar ningún combustible y difícilmente el pan. Y allí seguirá el hambre en Haití, en las comunidades indígenas de México, en las zonas rurales de India y en el corazón de África. Y allí seguirán los cuatro muertos cada segundo y los 25 mil por día y los 815 millones que no tienen suficiente alimento en el mundo.

 

Pero también aquí seguiremos nosotros como si nada, pues estos datos nos han dejado de impactar, estamos “anestesiados”, como dice Carlos Pardo.(21) Seguiremos quitándonos de encima esa responsabilidad y confiando, como dice el Mullah que preside el gobierno en Afganistán, en “que Dios provea de alimento a sus creaturas”.

 

NOTAS  
1. David Wallace Wells, “Una catástrofe alimentaria en camino”, The New York Times, 12 de junio de 2022.

 

2. Juan Enriquez Cabot, “Hambre”, Reforma, 3 de junio de 2022.

 

3. El mundo.es, 15 de septiembre de 2017.

 

4. “Niveles y Tendencias de la Mortalidad Infantil”, citado en la página del Programa Mundial de Alimentos wfp.org, consultada el 22 de septiembre de 2017.

 

5.Martin Caparrós, El Hambre, México, Planeta, 2014, p. 582.

 

6.Vilma Fuentes, “Carlo Perugini o el amor de la pintura”, La Jornada semanal, suplemento de La Jornada, 15 de enero de 2017.

 

7.Josué de Castro, Geopolitica del hambre. Ensayo sobre los problemas alimentarios y demográficos del mundo, Buenos Aires, Solar Hachette, 1962, p. 31.

 

8.Citado en Ezra Klein “if Joe Biden doesnt change course this will be his worst failure”, The New York Times, 20 de febrero de 2022.

 

9. The economist, 2 de diciembre de 2017.

 

10.El país, 13 de mayo de 2022.

 

11. Mark Malloch-Brown, “Países ricos: aún no es demasiado tarde”, The New York Times, 5 de julio de 2022.

 

12. Esther Shabot, “Libano, Crisis alimentaria extrema”, Excelsior, 31de agosto de 2022.

 

13. AJWS Boletin, 21 de julio de 2022

 

14. Trade Briefs International, 20 de agosto de 2022.

 

15. Enríquez Cabot, Art. Cit.

 

16. AJWS Boletín citado.

 

17. Sara Menker, fundadora de Gro Intelligence, citada en Wallace Wells, Art. Cit.

 

18. Priya Satia, Resseña al libro de Nicholas Mulder, The Economic Weapon. The rise of sanctions as a tool of Modern War, Los Angeles Review of Books, 19 de agosto de 2022.

 

19. Mark Malloch-Brown, Art. Cit,

 

20. Citado en Wallace Wells, Art. Cit.

 

21.Carlos Pardo, “Mucho dolor anestesia”, Babelia, suplemento de El país, 13 de febrero de 2016.

 

FOTO: La actual crisis de alimentos tiene su origen en la guerra de Rusia contra Ucrania, un país que en su historia ha pasado graves hambrunas, como en esta imagen de 1932/ Especial

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