Los nuevos redentores: reseña del libro “Hipocondría moral”

Ene 14 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 1137 Views • No hay comentarios en Los nuevos redentores: reseña del libro “Hipocondría moral”

 

Hipocondría moral explora la relación de las clases media y alta occidentales con la culpa, y la necesidad de intervenir en las constantes crisis sociales y ecológicas que azotan la realidad

 

POR ALEJANDRO BADILLO
En los meses recientes hemos visto, en las noticias, decenas de actos protagonizados por activistas que arrojan pintura a algunos cuadros famosos resguardados en museos de Europa. También han rociado con pintura los escaparates de tiendas de lujo u oficinas de compañías petroleras. Generalmente, estos actos son llevados a cabo por jóvenes, aunque se pueden ver, mezclados entre los que protestan, a algunos adultos. Estos actos tienen como objetivo la polémica y, según sus organizadores, llamar la atención sobre la crisis climática. Ante la indiferencia de los gobiernos, los activistas argumentan que sólo acciones radicales despertarán a la gente.

 

Natalia Carrillo —filósofa— y Pau Luque —investigador en Filosofía del Derecho— exploran en Hipocondría moral (Anagrama, 2022) la compleja relación que tienen las clases medias y altas occidentales con la culpa. Ante las profundas y continuas crisis que aparecen todos los días en los noticiarios, hay una necesidad por intervenir, de alguna manera, en la realidad. A veces este malestar no va más allá de las charlas familiares, pero en muchas otras la inquietud llena las redes sociales y cualquier espacio disponible de los medios de comunicación. Es natural que esto suceda, pues vivimos una época en la que nuestra justa inconformidad se exhibe todo el tiempo. Sin embargo, hay varias expresiones en la arena pública que, más allá de su preocupación por la situación global, evidencian una suerte de neurosis que reparte juicios maniqueos. Sentirse culpable de una manera absoluta —sin ningún tipo de reflexión— se ha convertido en una conducta cada vez más popular.

 

Hipocondría moral empieza con el caso de la activista Kathy Boudin, una mujer que perteneció al movimiento radical Weather Underground que luchaba contra el racismo y los abusos policiales. En 1981, Boudin estuvo involucrada en un acto de sabotaje (el robo de un vehículo blindado) que provocó la muerte de tres policías. La mujer se declaró culpable y pasó largos años en la cárcel. En los siguientes ejemplos, Carrillo y Luque abordan la obra de los escritores Joan Didion, Philip Roth y Mark Fisher. El hilo conductor que une a estos personajes, en apariencia, disímbolos, es la llamada “hipocondría moral”, es decir, centrar los males del mundo en uno mismo. Si yo soy el único culpable o, al menos, un representante muy importante de lo que pervierte a la sociedad, entonces puedo ir al otro extremo y convertirme en un redentor.

 

Pastoral americana es la obra de Philip Roth que analizan los autores de Hipocondría moral. El lector que haya leído la novela quizá recuerde al personaje de Merry, la hija de la familia de ascendencia judía Levov. Ella, al igual que Kathie Boudin, elige el camino del terrorismo por la insoportable sensación de culpa al pertenecer a un sector privilegiado que sólo puede atestiguar, desde lejos, la debacle mundial. En el libro de Roth, Merry se siente culpable después de ver, por televisión, a un monje budista que se prende fuego a manera de protesta por la persecución del gobierno vietnamita. En ambos casos —el de Boudin y el de ficción— la persona no sólo se siente culpable; está convencida de ser culpable. Cuando se llega a esta certeza, el único camino es el sacrificio individual. Por esta razón, en la hipocondría moral todo gira alrededor del individuo y la redención se convierte en una meta.

 

La exploración de algunos textos de Joan Didion y Mark Fisher, en los siguientes capítulos del libro, invitan a reflexiones interesantes. En el caso del filósofo inglés, el análisis de Carrillo y Luque se centra en la hipocondría moral de las redes sociales. Cualquier persona que se haya asomado, recientemente, a estos espacios —en particular Twitter— habrá comprobado cómo el diálogo ha sido exterminado y sustituido por discursos maniqueos. Fisher recurre a la figura del vampiro para describir al internauta que reparte su culpa en la colectividad de internet. Si en los ejemplos anteriores, la culpa se expía a través de la inmolación personal, en la visión del filósofo el fenómeno se vuelve más sádico, pues el hipocondriaco moral contagia su malestar como si fuera el paciente cero de una epidemia potenciada por los omnipresentes algoritmos. El problema es que, cuando todos somos culpables, nadie, en realidad, lo es. En el caso contrario está la periodista Joan Didion: a través de un distanciamiento radical con su objeto de estudio —hechos que, en ocasiones, involucraban su propia biografía— la escritora eliminó el sentimentalismo ramplón, un vicio común en el periodismo. El costo fue a nivel personal, pues la total ausencia de culpa o cualquier asomo emocional en su escritura, la hizo cuestionar su método.

 

Después de este último caso, Natalia Carrillo y Pau Luque proponen una visión matizada de la realidad: está bien no sentirnos culpables por determinados eventos que nos angustian. Por otro lado, hay que aprender a articular el malestar más allá de la esfera de la responsabilidad individual. Los activistas que menciono al inicio de este texto viven en países que, por supuesto, se han beneficiado de los combustibles fósiles y la externalización de los costos ambientales. Sin embargo, algunos elementos de sus protestas comparten rasgos con la hipocondría moral. Conviene reflexionar sobre la culpa fuera de los límites que nos impone un individualismo extremo y, sobre todo, comprender que las crisis de nuestro mundo son estructurales y, por lo tanto, complejas.

 

FOTO: En 2022, activistas fueron muy criticadas por atacar una pintura de Van Gogh durante una de sus protestas/ EFE

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