Mala onda: sobre “Sudor”, de Alberto Fuguet

Jul 9 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 6202 Views • No hay comentarios en Mala onda: sobre “Sudor”, de Alberto Fuguet

POR LEONARDO TARIFEÑO

 

Si algo se le debe reconocer al chileno Alberto Fuguet es que no le teme a la polémica. Mala onda (1991), su primera novela, retrató a la alta burguesía chilena con una ironía juvenil y fresca que incomodó al establishment literario. En la antología McOndo (1996, coeditada con Sergio Gómez) le apuntó a la herencia del boom latinoamericano, en un ataque frontal que aún hoy se lee como un intento extravagante y frustrado de ruptura generacional. Y en Missing (2009), emprendió la búsqueda de Carlos Fuguet, su tío perdido en Estados Unidos, a partir de un inquietante cruce de ficción y no ficción que cuestionó su propia historia familiar. Sin embargo, por más que en su trayectoria destaque una manifiesta tendencia a poner el dedo en la llaga, nada de lo que escribió hasta ahora se acercó tanto al escándalo como lo hace su nueva novela, Sudor.

 

La historia narra la escala chilena de la gira de presentación del libro El aura de las cosas, firmado por el escritor mexicano (nacido en Colombia) Rafael Restrepo Carvajal, y su hijo, Rafita, autor de las fotos del volumen. El narrador es el editor Alfredo Garzón, “Alf”, quien acompaña, entretiene y pasea a Restrepo Jr. durante los tres días de una visita de ínfulas presidenciales, que acabará con Alf y Rafita enredados en el vértigo sexual de la noche santiaguina. Alrededor de esa anécdota, que Alf y Fuguet entregan a cuentagotas a lo largo de más de 600 páginas, Sudor construye dos perfiles complementarios. Por un lado, el de la burguesía intelectual chilena y latinoamericana, un mundo entregado a un negocio con fecha de caducidad, donde el triunfo de la pose, la ambición y la egomanía sugiere que la pasión por los libros no es mucho más que un souvenir de épocas pasadas. Y por el otro, el del desenfreno gay en una ciudad reinventada por el consumo hipster y la sensibilidad millennial, perdida por la multiplicación infinita de soledades que invierten demasiado dinero en sus barbas y demasiado tiempo en Grindr, la principal red social de ligue homosexual. En ambos mundos, el de la industria del libro y el del erotismo gay, Alf emerge como un representante cabal de las respectivas inseguridades, que en un lado se traduce como lucha de egos y en otro se expresa en una insatisfacción que trasciende la elección sexual. “¿Por qué siempre sucede eso: uno quiere a los que no te quieren y los que te quieren no te gustan?”, se pregunta el narrador, y en el eco sin respuesta de ese interrogante late el brillo más atractivo de Sudor.

 

La agonía romántica del narrador, que mientras sale de una relación dañina se deja fascinar por el carisma deslumbrante de Rafita Restrepo, es quizás el mayor logro de un libro plagado de códigos, referencias y marcas, que secuestra el estilo de Fuguet para convertir su prosa en un inmenso (e intenso) duty free de las claves culturales de la época. De Sobredosis y Mala onda a McOndo y este Sudor, Fuguet siempre ha desarrollado su interés narrativo con la mira puesta en la cultura de masas latinoamericana, como si lo mejor de su literatura no representara sino un esfuerzo de antropología cultural disfrazado de autobiografía de una generación. En Sudor, ese movimiento se cruza con la omnipresencia del deseo homoerótico, que pasa del smartphone a la calle y de ahí a las fiestas más o menos clandestinas, las ferias literarias, los desencuentros en la cama y los besos furtivos en los parques. Buena parte de la obra de Fuguet puede leerse como el manifiesto generacional de los hijos del boom; con este nuevo libro, el autor suma un inesperado capítulo de libertad sexual, cuya onda expansiva parece obligar al autor a poner todas sus verdades en juego. Porque la verdad de Sudor no es solamente sexual. El clóset que se abandona de una vez y para siempre también es el del mundillo literario, culto e intelectual.

 

Así como el encanto de la pornografía no depende de las tramas sino de la belleza de los protagonistas y del morbo que suscitan en quien admira una misma escena repetida y sin sorpresas, en Sudor –que tanto le debe al porno de la era digital- Alf y Fuguet se confían al hechizo de los personajes y de la sátira de un ambiente donde el voyeurismo del lector juega un papel preponderante. En el caso de los personajes, el contrapunto entre el inseguro Alf y el entrañable Rafita genera uno de los puntos fuertes del libro, con el mito del inevitable destino fatal del auténtico artista como telón de fondo. Al mismo tiempo, la novela busca su golpe de knock-out en el juego ficcional (o no tanto) con personajes reales, que van del “imbancable” Ariel Dorfman al “pechuguín” Jorge Edwards, pasando por Mario Vargas Llosa, el chileno Augusto Puga y, last but not least, los Fuentes aludidos bajo la doble máscara Restrepo. El porno no es nada sin el morbo y una novela basada en el porno necesita, para ser coherente y legítima, provocar esa experiencia. Sin embargo, cabe pensar que si el objetivo del autor era dibujar la cartografía erótico-existencial de su generación, la apelación al morbo del lector resulta gratuita, un peso innecesario y tal vez contraproducente a la hora de remontar un vuelo que, así, cuesta más alcanzar. Es muy probable que Sudor sea lo mejor que ha escrito Fuguet; por eso mismo, quizás, se extraña que la nimiedad de la alusión personalista contagie al resto del libro con un tono a mitad de camino entre la venganza y la frivolidad, que no le hace justicia a la dimensión que el proyecto bien podría rozar. Alimentado por un hartazgo indisimulable, Sudor explora la sensibilidad erótica contemporánea a través de una doble provocación contra el machismo latinoamericano y los valores no dichos de la República de las Letras. Cualquier otro autor habría imaginado que son demasiadas batallas para un solo libro. No ocurre así en Fuguet, de quien por lo menos hay que reconocer que no le teme a las polémicas ni a las luchas de gigantes. Con Sudor, interviene con una larga risa en el debate sobre la etiqueta sexual de nuestra época de soledades hiperconectadas. Y la risa nunca viene mal, aún cuando en este caso surja de una triste y abrumada mala onda.

 

*FOTO: Sudor, Alberto Fuguet, México, Random House, 2016, 600 pp/ Especial.

 

« »