Novedades discográficas

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El objetivo de replicar el éxito de una primera producción no siempre da los mejores resultados, como es el caso de Sheku Kanneh-Mason, joven promesa del violonchelo

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POR IVÁN MARTÍNEZ
Desde hace un par de años, el nombre de Sheku Kanneh-Mason ha sido sensación. El chelista británico de ascendencia subsahariana es muy joven, su apariencia representa en muchos aspectos modernidad y diversidad en un mundo tradicionalmente cerrado y ultraconvencional como es el de la música clásica y básicamente su figura pública se volvió viral al ser invitado para tocar en la boda de los duques de Sussex, Harry y Meghan.

 

Lanzó inmediatamente (2018) un primer disco con el Primer concierto de Shostakovich, que incluía piezas sueltas que fueron distribuidas como sencillos con gran éxito, como se usa en la música comercial, y hace unas semanas lanzó su segunda producción, que se centra en el Concierto de Elgar (2020).

 

El brinco en ambiciones es un reto en cuanto al repertorio, pero también en el dinero que la discográfica Decca ha puesto en Sheku, como sencillamente se promociona al intérprete: pasó de ser acompañado por la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham y Mirga Grazinyte-Tyla (otra representante de la nueva ola de diversidad) a cobijarse por la Sinfónica de Londres y el mismo Simon Rattle. Nada mal y merecido, pero digno de anotarse; siempre creí, para empezar, que la boda real era un mérito social que opacaba el mérito artístico de los concursos que a cortísima edad había ganado con justicia.

 

Efectivamente no es la versión más completa en términos de honduras artísticas del enorme Concierto de Elgar, quizá la obra más pesada en términos sonoros, arquitectónicos y conceptuales de cuantos completan la literatura para el violonchelo, como sí lo es la otra versión referencial de entre las grabaciones modernas, la de la chelista Alisa Weilerstein (2013, también de Decca, con Staatscapelle Berlín y Daniel Barenboim), quien toca con un peso que he escuchado poco en chelistas actuales; y quizá mi preferida incluso por encima de aquella icónica de Jacqueline DuPré y el mismo Barenboim.

 

Por supuesto vale la pena, no quiero decir que exista algún atisbo de estrechez intelectual. No hay una nota mal presentada o que no comunique. En el caso de Sheku estoy seguro de que ésta será una de esas historias en que un intérprete regresa a grabar una obra veinte años después y luego cuarenta, y entonces las comparaciones de madurez llenarán ensayos de musicólogos y villamelones.

 

En mi caso, valga la comparación simple entre artistas británicos interpretando a icónicos autores británicos, me hizo recordar a uno de mis actores favoritos, Benedict Cumberbatch, espléndido como Hamlet en el National Theatre, pero débil (¿demasiado joven y guapo?) como Ricardo III para la BBC (ya que andamos en cuarentena, va recomendación: ambas obras se pueden encontrar en la red).

 

El problema del disco no es, pues, el fondo, aunque sea uno en el que no se excava suficiente, sino la forma: el Concierto está acompañado por piezas sueltas presentadas sin mucho rigor programático. Agradezco los dos arreglos del propio Sheku a canciones tradicionales (en una de ellas acompañado por el espléndido guitarrista Plinio Fernandes), o que se incluyera una pieza de Frank Bridge (el verdadero decano de la composición en Reino Unido y por alguna razón muy desconocido) pero pueden ser incómodos algunos anticlímax entre pieza y pieza. El concierto es suficiente y rellenarlo con “singles” de chile, dulce y manteca, no aporta nada.

 

 

Bach: las suites para chelo, en violín
Aunque hablando de aportaciones en verdad poco sustanciosas e innecesarias, apareció también estas semanas la del violinista Johnny Gandelsman (2020, In a circle records) tocando las seis suites para violonchelo de Bach en su violín: no me molestan o incomodan. Lo escuché pensando que así sería, pero me animó que Alex Ross lo recomendara en su blog. Y la pregunta que me sigo haciendo es ¿para qué? El disco ha causado revuelo y ha tenido suficiente exposición, el mismo Gandelsman ha estado tocando sus transcripciones durante la cuarentena en conciertos caseros… ¿pero para qué?

 

De ninguna manera soy un purista, muchas veces he recomendado transcripciones, pero en este caso simplemente no terminan de cuajar. Y no son necesarias. Ya Gandelsman había ofrecido las tres sonatas y las tres partitas para violín solo, obras y ejecuciones que no terminan de fascinar. ¿Para qué entonces malograr la naturaleza de los efectos acústicos y armónicos definidos por Bach? Para el curioso, sólo la Sexta mantiene su tonalidad original, Re Mayor. Para esa curiosidad, funciona. Como reto artístico, decídalo usted.

 

 

Her Voice
La que sí me parece una de las mayores aportaciones al mundo de la música es el disco Her Voice, del Neave Trio (Chandos, 2019): obras de Louise Ferrenc, Amy Beach y Rebecca Clark, compositoras a las que hay que rescatar no por la curiosidad de su género, sino por sus propias historias y por la palpable factura de sus obras, francamente superiores a muchos tríos que se tocan sólo porque sus compositores tienen nombres conocidos.

 

El disco está impecablemente bien presentado, sus ejecuciones son limpias y se escuchan comprometidas. Aunque roza en muchas ocasiones la mesura innecesaria: yo sí hubiera preferido un poquito más de empuje en el muy beethoveniano trío de Ferrenc o más violencia en el de Clark. Es el tipo de grabaciones que tienen sustento y que me hacen traer aquella máxima a la que siempre recurro: el disco vale la pena porque presente una lectura nueva o referencial a alguna obra conocida o porque rescata obras que merecen ser escuchadas y preservadas. No había razón artística para que no conociéramos a estas tres creadoras –en toda la extensión– universales.

 

FOTO: Elgar, Sheku Kanneh-Mason: Decca, 2018/ Especial

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