Sobre las locuras sexuales y otras revelaciones. Entrevista con Francisco González Crussí

May 29 • Conexiones, destacamos, principales • 8163 Views • No hay comentarios en Sobre las locuras sexuales y otras revelaciones. Entrevista con Francisco González Crussí

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En Las folías del sexo, su obra más reciente, el médico y ensayista Francisco González Crussí reflexiona sobre algunas manifestaciones sociales, médicas y religiosas de la relevancia que tiene
la mente en nuestra vida sexual

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POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ

En Notas de un anatomista (FCE, 1990), Francisco González Crussí cuenta la historia de un indio americano, de quien el equipo de patólogos que se encargó de su autopsia pudo descifrar muchos detalles sobre su vida con las pocas pero significativas pistas que su cuerpo fue guardando a lo largo de su vida: la nariz rota, perdigones de escopeta en el tórax, lesiones en los huesos de las manos y una corpulencia musculosa. Sin embargo, hubo un detalle que arrojaba otros detalles más allá de sus episodios pugilísticos en las cientos de tabernas que este marinero había conocido en su larga errancia. Era el tatuaje con el nombre de una mujer en uno de los pectorales, huella indiscutible de un amor, no se sabe si correspondido o platónico, como suele ocurrir.

 

Como un observador cuidadoso de la naturaleza humana, González Crussí (Ciudad de México, 1936) ha practicado el género del ensayo desde la lectura del mejor documento con el que puede contar un patólogo: el cuerpo humano. En su nuevo libro, Las folías del sexo (Debate, 2020), se centra en la sexualidad humana desde las ideas y creencias sobre el sistema genital, los usos y costumbres que las sociedades han dado al falo y la vagina, y su interacción con la mente y sus significados culturales y religiosos. En la edad provecta en la que dice encontrarse, asegura tener mayor capacidad para ver la sexualidad con completa serenidad. Así, en entrevista desmiente mitos sobre el tamaño del pene, los obstáculos que las sociedades patriarcales han impuesto para la plenitud sexual de las mujeres y lo que se puede esperar en los ciclos de comportamiento sexual de las sociedades con relación a las estrecheces que imponen las pandemias.

 

 

El sexo, como muchos otros aspectos de la vida humana, es un tema que ya ha abordado antes en su obra. ¿Por qué dedicarle un libro a este tema?
Por un lado la sexualidad, la función genital, es una parte muy importante de la vida humana. De su desempeño correcto, feliz o normal depende muchas veces la felicidad de la gente. Y, por el contrario, la anormalidad es causa de desgracias. Basta abrir los periódicos o encender la televisión para ver que constantemente hay escándalos, a veces traiciones, asesinatos y adulterios. Es una actividad humana que engloba varios aspectos de la vida y merece ser examinada. Como la gente sabe, mi principal actividad en la vida fue como médico especializado en anatomía patológica. Entonces tuve oportunidad de ver los órganos, examinarlos. Literalmente tuve órganos humanos en las manos. Eso sugiere muchas cosas. Lo lleva a uno a hacer reflexiones. Por mis antecedentes y mi vida anterior me vi obligado a hacer esas reflexiones y escribirlas. En este último libro, Las folías del sexo, quise abordar este tema desde el punto de vista gracioso, en parte. La finalidad del libro es doble. Por una parte, transcribir conceptos médicos, información del tipo técnico, y por otro lado, amenizar la narrativa con anécdotas y, ¿por qué no?, humoradas y chistes si la ocasión se presenta. En otros libros he tomado otros aspectos. No es que yo me pueda definir como una persona obsesionada con el sexo, sobre todo ahora que soy un anciano.

 

Esto me sugiere una anécdota de algo que le sucedió a uno de los filósofos la Grecia antigua y que recoge Diógenes Laercio en La vida de los filósofos. Este personaje había llegado a una edad provecta en la que me encuentro ahora. Alguien le preguntó: “¿No quisieras volver a ser joven? ¿No te tienta poder gozar de los deleites sensuales del cuerpo que antes tenías?” El hombre levantó las manos al cielo y dijo: “Que Dios me libre, que Dios me libre. Finalmente he llegado a una época de la vida en la que puedo ver estas cosas con completa serenidad, con tranquilidad, examinarlas con todo cuidado, analizar. Volver sería echarme encima las cadenas de las pasiones. Francamente no estoy dispuesto a volver a renovar esta esclavitud”.

 

 

Refiere que en distintas culturas abordan el tema de la sexualidad con tono jocoso. ¿A qué se debe esta actitud, presente en toda sociedad?
No creo poderlo resumir fácilmente, pero todo depende del contexto sociocultural en que ocurre, pero cambia con la época. Este libro no lo pude haber escrito fácilmente hace 60 o 50 años. Había más mojigatería, más gazmoñería, sobre todo en la Ciudad de México. Con seguridad en la provincia todavía un libro de esta naturaleza puede desencadenar la ira de la liga de la decencia o de alguna cofradía religiosa que me va a llamar pornógrafo. Pero las cosas cambian con la sociedad, cambian con la época. Todo eso depende del contexto sociocultural. Es difícil saber por qué. Son muchos factores. El mundo tiene una influencia. Lo que ocurre afuera repercute en México. Usted verá que en Las folías del sexo hay un capítulo en que me ocupo de los pechos femeninos. Menciono un escándalo enorme que se dio en Estados Unidos hace unos años y que tuvo repercusión en todo el mundo porque el seno de una cantante, Janet Jackson, se descubrió mientras estaba en un acto de baile en la televisión nacional. Dijeron que había sido un accidente. Es poco creíble. Fue un truco publicitario astutamente planeado. En fin. Ni siquiera quedó expuesto completamente porque el pezón estaba cubierto con un artículo de joyería barata. Las sociedades moralistas dijeron que fue una abominación, que había niños viendo el espectáculo. Incluso, el fundador de Youtube dice que a partir de este incidente le vino la idea de fundar este portal. Este acto tuvo repercusiones por un seno que se vio por unos segundos. En cambio, en otras sociedades no sucede así, como en las sociedades preliterales (antes llamadas sociedades atrasadas, pero ahora es políticamente incorrecto llamarlas así), en donde las mujeres andan con los pechos al aire, descubiertos, como ocurre los indígenas del Amazonas. Y esto no se considera un aliciente, un estímulo sexual. En el contexto de esa sociedad, lo senos femeninos no tienen una función erótica. En cambio, en nuestras sociedades de países industrializados, los senos femeninos tienen definitivamente una gran función erótica. Tienen una función dual. Por un lado son glándulas que sirven para la secreción de la leche para la lactancia del recién nacido, y por otro lado como estímulo de la función sexual.

 

 

Dedica uno de los capítulos al pene y la forma en que se ha concebido la importancia de este miembro en distintas sociedades; ¿cómo podríamos entender si esto es un fetichismo al falo?
Una opinión enteramente personal es que las mujeres han sido sojuzgadas históricamente. Las sociedades, al menos en Occidente, han sido principalmente patriarcales. La mujer ha ocupado un papel secundario, desgraciadamente. Ese es un tema vigente ahora que se trata establecer una paridad entre los géneros, con toda justicia. En las sociedades patriarcales, el hombre fue prepotente. En el caso particular de México tenemos una sociedad machista, violenta; lo vemos por el número de feminicidos. Entonces, con este antecedente, el falo se glorificó. Se formaron grandes ceremonias en las que se rendía homenaje al falo. Se puede decir, desde otro punto de vista, que no era precisamente una veneración al falo sino a la función reproductora. El falo simboliza el poder generador del hombre y de los dioses. Pero es significativo que se haya elegido el órgano copulatorio masculino. No se escogieron los ovarios, no se escogió el útero, nada del sexo femenino. Se eligió para esta glorificación al falo. En esas sociedades antiguas se organizaban desfiles con personajes que llevaban falos de cera o de barro. Incluso, en el libro me refiero a una costumbre de la Grecia antigua, en la ciudad de Telos, en donde semanas antes de la ceremonia, los artesanos trabajaban en un enorme tronco de árbol para formar un enorme pene. Llegado el momento, los hombres lo cargaban y desfilaban en las calles con este enorme falo. Una erudita francesa dice que si se levantaba ese falo tendría la altura de 15 pisos de un edificio moderno. Así que con esa erección mayúscula desfilaban por toda la ciudad y hacían cánticos. Era una fiesta en nombre del dios Dionisios. Era un ritual muy interesante, pagano, a veces un poco salvaje. Se dice que al terminar la ceremonia había gran embriaguez. Narro en el libro que esta ceremonia existe todavía, pero de una forma muy diluida. Tiene otras significaciones totalmente diferentes. Lo más sorprendente es que esa ceremonia existe actualmente en Japón, un pueblo ordenado y trabajador. La gente desfila en las calles cargando plataformas y, sobre éstas, falos de cera o plástico. Claro que la ceremonia actual no es como aquella. Van muchos curiosos pensando que se trata de una orgía, pero en realidad van familias con niños. Se toman selfies. Dicen que se trata de concientizar a la sociedad sobre el sida y las enfermedades venéreas.

 

 

Esta exposición de lo que las distintas sociedades han concebido sobre el falo me lleva a la siguiente pregunta: ¿qué tan válida es la afirmación de que el tamaño sí importa?
Esa es una referencia un tanto jocosa sobre la idea de que la mujer pueda tener mayor o menor satisfacción sexual dependiendo del tamaño del falo de su pareja. La realidad no es así. La sexualidad y el placer tienen componentes de muchos factores: emocional, afectivo, amoroso. Todo eso cambia enteramente. No se trata únicamente de friccionar los órganos sexuales. Es una actividad mucho más compleja. Así que, en ese sentido, el tamaño importa poco. Importaría cuando se trata de exceso: un falo congénitamente minúsculo, pero eso ya es algo verdaderamente patológico. Cuando se habla de la patología sí importa. Los excesos en un sentido o en otro son desviaciones de la normalidad y pertenecen a la patología, a las enfermedades. En el libro me refiero a que no se trata del tamaño, sino de la forma, como la Enfermedad de Peyronie, que se ha vuelto un poco popular en nuestros días. Antes no se decía, pero durante el último año o seis meses veo muchos anuncios en la televisión en los que sale un señor que pregunta: “¿Es usted curvo?”, en un eufemismo sobre si el pene durante la erección es recta o describe una curva. Realmente se han dado cuenta de que este padecimiento es extraordinariamente común. Aquí lo que cuenta son los extremos. Una cierta curva que no impide la erección y la función sexual se considera normal porque no necesita ningún tratamiento. Pero hay veces que esa curva es pronunciada porque hay tejido fibroso en el cuerpo del pene que interfiere con la erección y puede haber dolor. Por supuesto, esto es una patología. Es la llamada Enfermedad de Peyronie, en honor del médico francés François Gigot de La Peyronie, cuya biografía trato en el libro. Fue todo un personaje. Él describió esta enfermedad por primera vez y se especializó en el tratamiento de enfermedades venéreas, entre otras ésta que lleva su nombre.

 

 

Otro de los capítulos lo dedica al sometimiento en que se llegó a incurrir con las mujeres con los señalamientos de practicar la brujería. Habla del libro Martillo de los herejes, escrito por un par de monjes dominicos: Heinrich Kramer y Jakob Sprenger. ¿Este sometimiento a partir de señalamientos es exclusivo de la época medieval o actualmente podemos detectar prácticas similares?
Esto muestra la gran dependencia que la sexualidad tiene de la mente. No es puramente la fisiología de los órganos reproductores, sino que hay mucha actividad mental. En este libro se acusaba a muchas mujeres de ser brujas. Fue un libro muy maligno. Fue causa de que muchas mujeres sufrieran por estas acusaciones cuando muchas de ellas sólo eran enfermas mentales y otras perfectamente inocentes y que fueron sometidas a torturas. Esto me lleva a la consideración acerca del aspecto mental sobre la función sexual. En efecto, se decía que una bruja podía echarle un maleficio a un hombre para impedirle la erección. Aún existen este tipo de supersticiones absurdas. Se dice, por ejemplo, que algunas brujas pueden hacer “amarres”, que consisten en atar un listón o cordón sobre una figura y que eso, por artes de magia negra, se refleja en que le hombre no puede tener actividad sexual hasta que se deshaga el “amarre”. Todo eso tiene que ver con la mente. Se decía que las brujas podían quitarle el pene a un hombre. Se describen casos que parecen reales. Hay uno de un hombre que llegó con los médicos con la queja de que por arte de brujería le habían quitado el pene. Ante los médicos se bajó los pantalones y mostró la parte genital y no había pene. ¿Cómo es posible? La mente puede ser tan poderosa que una persona no ve lo que está enfrente de sus ojos, sino lo que la mente le obliga a ver. No vemos lo que tenemos exactamente en el campo visual. Vemos lo que estamos condicionados o influenciados a ver. En el caso que describo se había llegado a un extremo de superstición de personas que toda su vida estuvieron en un ambiente místico, viendo imágenes de pecadores que caen en el infierno, escuchando los sermones incendiarios de los sacerdotes. La mente estaba predispuesta a creer lo absurdo, que parece increíble. El testimonio de este moje, un hombre culto, describe este episodio, en que el hombre le muestra la zona genital y no tiene pene. Obviamente, veía lo que quería ver, no lo que estaba ahí. Pero esto nos lleva a un campo muy complejo sobre la interacción de la mente y el cuerpo.
Lo que sí ocurre es que actualmente hay una enfermedad, sobre todo en el sureste de Asia, que consiste en que el pene se retrae. La enfermedad se llama koro. Es bien sabido que en algunas circunstancias, el pene se retrae. Es un miembro con mucho tejido elástico, músculo liso que puede contraerse. Todo mundo sabe que en el frío el pene se contrae. En el caso de koro, esta retracción es mayúscula. Tanto así que el paciente piensa que su pene va a desaparecer porque se hace muy pequeño.

 

 

Aparentemente hay periodos en los que hay una permisividad más manifiesta de la actividad sexual, como la época en que trabajó el doctor Peyronie, en la corte de Luis XV. Algunas opiniones recientes de sociólogos e historiadores pronostican que después de esta pandemia vendrá una etapa de mucha liberación sexual. ¿Qué tan certeros pueden ser estos cálculos?
Sin pretender ser un experto o tratar de dar una opinión demasiado dogmática, esto es posible. Ha habido ciclos de represión y de liberación hasta llegar a un libertinaje. Pero esto no sólo depende de la época, sino también del estrato social. Por ejemplo, el caso que usted menciona, la sociedad francesa del siglo XVIII, era un círculo especial de aristócratas de la corte de Luis XV. Él mismo era un sibarita. Este grupo era extraordinariamente libertino. Pero dentro de esa misma sociedad otros estratos sociales no lo eran de ninguna manera. Había otras capas sociales reprimidas donde la religión tenía un papel no sólo moderador sino represor. Y había otras capas bajas donde la lucha por la existencia era tan tremenda que realmente no tenían deseo ni fuerzas para darse al libertinaje. Pero es cierto que ha habido épocas caracterizadas por una represión inaudita, exagerada, y otras que se han ido al extremo opuesto. En la época Patrística, a principios del cristianismo, todo lo que fuera sexo era un pecado mortal. El sólo tener pensamientos lúbricos era equivalente a la comisión de un pecado merecedor de las penas del infierno para la eternidad. No se podía tener sexo fuera del sacramento del matrimonio y sólo con la finalidad de la reproducción. Si alguien tenía sexo por placer era condenado a las penas infinitas del infierno. Todo depende de la época histórica. Como ha habido ciclos que van de un extremo al otro, es concebible que después de una época de estrechez durante la pandemia pueda haber una cierta liberación. Pero considerado desde un punto de vista más panorámico, esto se ve simplemente como ciclos que van y vienen, no hay nada revolucionario o nunca antes visto. Habrá, quizá cierta libertad, y cuando se llegue a excesos habrá cierta represión, en forma más moderada en que la humanidad lo ha vivido en el pasado.

 

FOTO: González Crussí es autor de una docena de libros de ensayo. En 2019 recibió el Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña, que otorga la Academia Mexicana de la Lengua./ Archivo EL UNIVERSAL

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