Victor Serge: Diarios de un socialista libertario

Nov 27 • destacamos, principales, Reflexiones • 1667 Views • No hay comentarios en Victor Serge: Diarios de un socialista libertario

 

El historiador Claudio Albertani, encargado de la primera edición crítica en español de los Diarios de un revolucionario, hace una presentación de esta obra e introduce al lector a lo que fueran los últimos años de vida del escritor y político ruso Victor Serge, los cuales vivió en México y en los que concluyó sus Memorias de un revolucionario e inició la Vida y muerte de León Trotsky, entre otros proyectos de corte novelístico

 

POR CLAUDIO ALBERTANI 
Escritor de culto, aunque habitualmente ausente en las historias de la literatura, Victor Serge (seudónimo de Victor Napoléon Llovich Kibalchich, Bruselas 1890 – Ciudad de México, 1947) llegó a México el 3 de septiembre de 1941, junto a su hijo, el pintor Vlady. Fueron los últimos y, literariamente hablando, los años más productivos de su vida errante y azarosa.

 

Concluyó las monumentales Memorias de un revolucionario y tres novelas: Los últimos tiempos, sobre el desastre moral y político de Francia durante el verano de 1940; El caso Tuláyev, sobre los procesos de Moscú y la guerra de España y Los años sin perdón, su novela más poética y desesperada que concluye en México. En colaboración con Natalia Sedova, redactó asimismo, Vida y muerte de León Trotsky, la primera biografía del fundador del Ejército Rojo (publicada póstuma), además de un sinnúmero de cuentos, ensayos, poemas y artículos a los que se añade una imponente correspondencia.

 

Continuación ideal de las Memorias, estos Diarios de un revolucionario se publican por primera vez en español en una edición crítica, a cargo de quien esto escribe. Abarcan en gran parte la etapa mexicana del escritor, aunque también incluyen fragmentos de la segunda mitad de los años treinta. Tienen un enorme valor, no solamente porque ofrecen una suerte de bitácora de la vida del escritor y revolucionario franco‑ruso‑belga, sino porque contienen una mina de reflexiones utilísimas acerca de la Unión Soviética, la disidencia, la evolución de la guerra, la vida cultural y política de México, además de numerosos ejercicios de introspección psicológica y literaria.
La obra revela la profundidad con que Serge aborda los temas más disímbolos: el totalitarismo, la guerra, las civilizaciones mesoamericanas, la etnografía y la geología mexicanas, el psicoanálisis, la pintura, la poesía… Y muestran que, después de haber transitado por las principales corrientes del movimiento obrero, llega a una concepción democrática y libertaria del socialismo.

 

 

Uno de los aspectos más interesantes de los Diarios es que conforman, por así decirlo, el primer sedimento de su obra literaria e histórica, el esqueleto de una escritura que se propone captar la esencia de lo que está ocurriendo, pero revelan, al mismo tiempo, las pasiones y obsesiones de un hombre sin duda lacerado por muchas contradicciones, pero honesto y auténtico.

 

Como en una suerte de laboratorio íntimo, Serge va plasmando su yo de escritor —¡un gran escritor!— en relación con el nosotros que lo rodea: el escenario trágico de las revoluciones derrotadas o traicionadas del siglo XX. Un tema central es la contradicción entre la fragilidad de la subjetividad revolucionaria y las urgencias de la acción colectiva.

 

Aún así, página tras página, el autor muestra una fidelidad obstinada y un apego apasionado al proyecto revolucionario. Esta actitud lo ubica al lado de George Orwell, el tenaz defensor de la libertad contra el totalitarismo, y lejos del desencantado Arthur Koestler. Sin quejarse de su suerte o de inculpar a sus perseguidores (tenía muchos), nuestro autor piensa, estudia, escribe, se cartea y discute con el fin de enriquecer la cultura socialista, amenazada por todas partes.

 

Y es que en el centro de la concepción sergeana se halla un humanismo profundo, la defensa permanente de la libertad del individuo y la crítica implacable a toda forma de totalitarismo, el estalinista y el nazi-fascista, en primer lugar, pero también el totalitarismo económico que ya se está asomando en las llamadas democracias occidentales y particularmente en Estados Unidos.

 

México ocupa un lugar importantísimo en los Diarios, entre otras razones porque es el único país que lo recibe en ese “mundo sin visado” de los años cuarenta. Poseído por una curiosidad insaciable, Serge lo recorre como puede: en tren, en autobús, en auto y a pie observando y registrando todo con la mirada desprendida del etnólogo, pero también con empatía, especialmente hacia el indio a quien compara a menudo con el mujik, el campesino ruso.

 

Hay muchos apuntes sobre la capital del país, Guadalajara, Ajijic, Cuernavaca, Oaxaca, Acapulco, Amecameca, Pátzcuaro, Erongarícuaro, el volcán Popocatépetl y el recién nacido Paricutín… Las zonas arqueológicas lo apasionan y toma muchas notas que estimulan a su compañera, la futura arqueóloga Laurette Séjourné, a estudiar las culturas mesoamericanas.

 

 

Retratista mordaz, Serge describe el horizonte humano en miniaturas de tono cáustico. Muestra, entre otras cosas, un gran interés por el mundo del arte; delinea afectuosamente a Leonora Carrington (23 de mayo de 1946) y a María Izquierdo (marzo de 1944), mientras observa con severidad a Siqueiros (4 de marzo y 7 de octubre de 1944) y al Dr. Atl (Gerardo Murillo), el gran paisajista de volcanes, antaño anarquista, luego antisemita y simpatizante nazi. Los admira como pintores pero los compara con los aventureros sin escrúpulos del Renacimiento italiano (7 de octubre de 1944).

 

Por último, los Diarios revelan la soledad del autor, su doble exilio en ese México de los años cuarenta, subyugado por el estalinismo. Cansado, aunque todavía vigoroso, Victor Serge falleció de ataque cardiaco, el 17 de noviembre de 1947. A la sazón, muchos de sus libros permanecían inéditos y “escribía para el cajón”. Serán publicados en las décadas sucesivas por Vlady, en ocasiones acompañados por dibujos y bocetos. Poco comprendido, incluso ignorado y perseguido en la media noche del siglo XX, Serge, ese eterno disidente, se antoja un autor imprescindible, hoy, cuando nuevos y más insidiosos totalitarismos están al acecho.

 

PD. Gracias a: Roxana Rodríguez, Fernando González Casanova, Koulsy Lamko, Marissa Reyes, Felipe Vázquez, Andrea Gálvez, José Ángel Leyva, Hugo Vargas, Rebeca Lozada, Alejandra Riba, Marco Kim, Alberto Cue y Atzelbi Hernández, quienes, en distintos momentos y desde sus propias trincheras, hicieron posible esta edición.

 

FOTO: Victor Serge retratado por su hijo Vlady/Crédito: tomada del libro Diarios de un revolucionario (1936-1947) 

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