Espartaco: ballet épico en el Cervantino

Oct 10 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 4232 Views • No hay comentarios en Espartaco: ballet épico en el Cervantino

POR JUAN HERNÁNDEZ 

 

El público del 43 Festival Internacional Cervantino prácticamente llenó el Auditorio del Estado de Guanajuato para ver al Ballet Liaoning de China, dirigido por Qu Zijiao, compañía que escenificó Espartaco, de Yuri Grigorovich (Leningrado, 1927) —emblemática de la producción dancística de la extinta URSS, estrenada en el Teatro Bolshoi en 1968— con música de Aram Jachaturián (Tiflis, Georgia, 1903-Moscú, Rusia, 1978), compositor identificado con la estética del realismo socialista soviético.

 

De estructura épica —inscrita en la tradición de los ballets narrativos—, Espartaco es una obra excepcional en la producción dancística del siglo XX, toda vez que recupera el formato del ballet tradicional decimonónico, en contraposición a la corriente de las grandes revoluciones lingüísticas que se llevaban a cabo en el arte coreográfico internacional, en la segunda mitad de la centuria pasada.

 

Grigorovich se aferra a la tradición como fuente de poder del ballet ruso, de tal modo que Espartaco se puede ver como manifiesto de la supremacía soviética en doble sentido: el artístico (a través del ballet como emblema de la cultura rusa con trascendencia mundial), y el político: la entonces Unión Soviética, potencia mundial en años críticos de la llamada “Guerra Fría”.

 

La obra se sustenta, ideológicamente, en un Estado nacionalista y central, al mismo tiempo que eleva, de manera simbólica, valores de la Revolución bolchevique de 1917. Espartaco narra la lucha revolucionaria y emancipadora de hombres esclavizados por la Roma imperial, en el año 72 a. C., estableciendo un paralelismo con la “lucha del proletariado” en contra de la burguesía y el imperialismo capitalista.

 

Espartaco, de Grigorovich, como dijimos, es un ballet de tradición conservadora porque se aleja de la vertiente renovadora del lenguaje dancístico que, en la época de su estreno, se vivía en la Europa occidental. Hay que recordar que en 1956 Maurice Béjart (Marsella, Francia, 1927-Lausana, Suiza, 2007) había sacudido ya la escena dancística con su obra maestra: La consagración de la primavera. Por poner un ejemplo.

 

Llama la atención que el Festival Internacional Cervantino (FIC) programe un ballet de la naturaleza de Espartaco, toda vez que no parece coincidir con la vocación de este encuentro artístico y cultural realizado en Guanajuato, cuya tradición había sido la de ofrecer lo más actual y excelso de la producción artística mundial.

 

No se quiere decir con esto que la obra del coreógrafo ruso sea menor, pero no se puede hacer a un lado el análisis en relación con la ideología que esta pieza de ballet exalta y difunde: ligada a valores de un Estado —el de la extinta Unión Soviética— que estableció la idea de la “dictadura del proletariado” versus la “dictadura de la burguesía”.

 

La producción de la compañía china respeta la estructura y el lenguaje de Grigorovich y del compositor Aram Jachaturián. Se trata de una puesta en escena de gran formato que exalta emociones y sentimientos en relación con la lucha de clases, la emancipación de los oprimidos y, sobre todo, la supremacía moral de los rebeldes, representados por la pareja amorosa Espartaco y Frigia, en contraposición a la decadente frivolidad del imperio romano, manifiesto en la vida pagana y superficial de Craso —líder del ejército imperial— y Aegina, la cortesana ambiciosa.

 

No pueden dejar de advertirse en este ballet el uso de símbolos y valores ligados a la cultura judeo-cristiana. Espartaco encarna la figura del redentor, el salvador de una humanidad cuya “descomposición moral” queda a la vista en la vida pagana de los romanos. Idea coronada con la imagen del cuerpo sin vida del líder de la rebelión, en una especie de crucifixión. Tampoco escapa a la observación “La Piedad” final, cuando el rebelde asesinado es levantado en brazos, mientras su amada, detrás de él, llora su pérdida.

 

Genial manera de componer la de Grigorovich, inserto en la vertiente de los creadores del repertorio emblemático del ballet tradicional: coros, duetos y solos son ensamblados eficazmente. Grandes telones, pintados a mano, recrean edificios romanos de la antigüedad, campos de piedra en donde los hombres esclavizados eran obligados a trabajar, y columnas clásicas de los palacios habitados por los patricios, a quienes se les representa de manera decadente. La música, de gran dramatismo, sostiene la exaltación emocional y refuerza el sentido épico de la puesta en escena.

 

Dos escenas del ballet —dividido en tres actos— resultan sobresalientes: la amorosa y la trágica. Los primeros bailarines Lv Meng y Wang Yun, en los papeles de Espartaco y Frigia, respectivamente, consiguen, con dominio absoluto de la técnica clásica, conectarse de manera profunda con el público, en el dueto en el cual los personajes se profesan amor. Asimismo logran niveles sublimes en la escena del asesinato del líder y el dolor profundo que su muerte causa en su amada.

 

 

*FOTO: Espartaco, con el Ballet Liaoning de China, del coreógrafo Yuri Grigorovich y música de Aram Jachaturián, se presentó en el 43 Festival Internacional Cervantino, en el Auditorio del Estado de Guanajuato, del 8 al 10 de octubre/ Juan Carlos Reyes/El Universal.

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